Esto no va a ser un post sobre la
bulímia o la anorexia, es un post sobre el respeto a una misma y la
autoestima en clave de humor.
Como todos sabemos hay gente más cruel
que Cruella Devil aunque no fumen con una boquilla larga ni lleven
abrigos de visón ni secuestren preciosos perritos.
La infancia puede ser muy dura si
puede ponerse junto a tu nombre, en esta época de la vida, el epíteto
con el que he titulado este post. Hay colegios normales dónde
niños presuntamente normales y presuntamente educados
arrojan papeles y escupen a niños gordos.-Carbón en el día de
reyes para estos pequeños liliputienses.
La adolescencia es aún peor porque hay
chicos que pueden ser más malos que lord Voldemort y decir cosas
como “paso de enrollarme con esta porque es una gorda” o uno de
mis preferidos “yo me enrollaría contigo, pero es que tu amiga
está más buena que tú”. -Para estos últimos y los primeros
también, -seamos generosos-, golpe de remo.
Luego, hay amigas de verdad y “amigas”
que son como las hermanastras de Cenicienta y no me refiero a las
travestis de Shrek III, sino a las malas y envidiosas de Disney.
Dispuestas a decirte, camuflando mala educación con sinceridad, lo
mal que te queda algo debido a tu esférica figura ante el público
boquiabierto. Según el modo experto de -(perdón si hay niños
delante)- hijoputismo, estas
divinas criaturas de Dios o la Santa Madre Naturaleza, en una fiesta
llena de hombres cuando tu redondeada figura y tú lucís un bikini
fingiendo más valentía de la que sentís os espeta :“ ¡te queda
súper pequeño ¿no?!”- Estas amigas deben ser castigadas sin ir a
nuestra casa del árbol y debemos tener fé en que un día se les
clave el tacón en una alcantarilla, queden ahí apresadas y caigan
de bruces al suelo delante de un grupo de modelos de Calvin Klein.
Aparte, hay espontáneos como: vecinos y conocidos que te sueltan
perlas como “¿cuánto te falta?”-tocándote la barriga
refiriéndose a si estás embarazada sin que lo estés o, “estás
irreconociblemente gorda por eso no he sabido quién eras”. -A
estas personas se les dice alto y claro: “y tú necesitas tomar All
Brann”.
Finalmente
y remontándome al principio, desde nuestro nacimiento también está
la familia de la que tanto nos habló Don Vito Corleone. Nuestra más
potente impulsora y detractora. Grandes responsables de la forma en
que tú te ves. Hay comentarios familiares muy oportunos y
divertidos, sin duda destinados a fortalecer tu autoestima in
extremis como por ejemplo: “eres
la prima/hermana/ sobrina... gordita pero simpática de la familia”.
-En modo amateur-. Luego en modo experto está el: “no te pongas
este vestido que te va a explotar” o “¿tú puedes llevar medias,
no te rebientan?”... Y todo tipo de comparaciones odiosas con el
resto de mujeres de la familia que han sido bendecidas con la
genética de las diosas griegas del Olimpo.
Es
verdad que toda esta gente es mucha gente, y es verdad que todo este
tiempo; desde que nacemos hasta la adolescencia, es mucho tiempo.
Estas dos redundancias son un
peso muy importante y he
utilizado esta palabra con toda la intención.
A
partir de aquí, como sucede con casi todo en la vida podemos
elegir. Siempre tenemos
capacidad de elección y esto nos hace libres. Siempre puedes elegir
si quieres ser la víctima y hundirte bajo el peso
de todas estas preciosas palabras y situaciones esperpénticas, o si
vas a ser fuerte como la teniente O'Neil o Gorgo (la gorgon, mujer de Leonidas).
Nadie ha dicho que esta batalla interna y también externa sea fácil,
pero al menos hay que lucharla.
Pienso
que hay que disculpar a todas estas personas que cuando hablan no
saben que te hacen sentir tan sexy como una pintura de Botero.
Alomejor sí que saben lo que dicen, pero lo que hacen los demás no
podemos controlarlo y sin embargo, cómo lo vivimos internamente, sí
podemos. Vale la pena desarrollar en la práctica la teoría “de la
piel fina”, esto es; que todo te resbale.
No
estoy haciendo un llamamiento a que de pronto todas nos volvamos de
belleza rubenesca, sino a que no duela como una bofetada cada
desafortunado acto o palabra que nos dedica alguien en este sentido.
Tampoco
es muy realista esperar a un príncipe azul maravilloso que nos
rescate de todo ésto y de los complejos, cual escena de Grey y
Anastasia desnudos frente al espejo del baño del hotel cuando le
dice eso de “eres mi diosa de ojos verdes, tienes un cuerpo
precioso” -dijo la romántica.
Si
esperas que un hombre te dé la seguridad corporal que buscas estás
vendida al mayor postor. Tu pareja como toda la gente que he nombrado puede ser un
refuerzo de autoestima o un detractor de la misma porque hay muchos
príncipes azules que no llegan ni a pitufo y alomejor se unen a eso
de hacerte sentir rubenesca, enfatizando tus complejos. Aquí la que
consiente tener una pareja detractora de autoestima y de seguridad
personal eres tú y sólo tú puedes liberarte de este otro peso más
que trata de hundirte.
Tu
autoestima y seguridad dependen de ti y eso es un poder que nunca
puede ser cedido a nadie ni siquiera a tus padres o tu pareja porque
si se van, te quedas sin amor propio y por aquí muchas mujeres se
atan a pitufos.
Termino
diciendo -aunque voy a parecer Manuel Torreiglesias en Saber Vivir-
que lo importante es estar sano, cuidar, mimar y respetar nuestro
cuerpo que es dónde vivimos. Y para todo lo que nos llegue desde
fuera de forma irrespetuosa citaré una célebre frase de mi padre a
la que recurro muy a menudo y que me sirve siempre: “no hay mayor
desprecio que no hacer aprecio”.