Esta película es de 1938, pero aún
así he observado ciertos patrones de conducta típicos de las
mujeres que amamos demasiado (vid. “Las mujeres que aman
demasiado” Robin Norwood).
En otras palabras, patrones de conducta
típicos de esta "patología" como; resistirnos a la lucha por el otro, rebelarnos contra
lo que él nos dice haciendo caso omiso de sus deseos o de su
voluntad y por último, pero no por eso menos importante, cómo somos
capaces de manipular la realidad (y a él) con el fin último de
conseguir a ese hombre como si nos fuera la vida en ello. Esto lo
hacemos (algunas) para entender lo que nosotras queremos sobre lo que
él dice o hace y es manipulación. Un ejemplo común: no aceptar
sus negativas a formalizar la relación o acabarla, manipulación.
-Tranquilas, es difícil darse cuenta. “Hola, me llamo Julieta y he
sido una manipuladora”-. ¿Asombroso verdad? Desde 1938 no hemos
cambiado tanto...
Tal vez mi visión sea -u os parezca-
absolutamente parcial, podría serlo dado el proceso de reflexión
personal que estoy llevando a cabo en referencia a qué hacemos
para conseguir a un hombre y también qué hacemos cuándo no le
conseguimos, cómo nos sentimos y por qué.
Sé que es profundo, sé que puede
parecer una soberana estupidez, un aburrimiento, o que me he arrojado a los brazos del "crack" pero para mí es
una necesidad vital. Siento la necesidad personal de darme respuesta
a todas estas preguntas porque en el otro no puedo bucear, pero
dentro de mí sí puedo. Conocerme y crecer me ayuda a no estafarme a
mí misma con falsas expectativas de amores idílicos y novelescos, a
no venderme por un poco de aventura, a no prostituir mis sentimientos
por un poco de cariño. Todo lo que yo pueda darme a mí misma, todo
con lo que yo pueda nutrir mi vida en lo más profundo y en lo más
superficial no tendrá que dármelo ningún hombre y eso me hace
libre. No necesitar febril y obsesivamente el amor de un hombre para ser feliz me da
paz cuando estoy sola. No necesitar a otro que nutra mis vacíos y dé
sentido a mi vida porque yo ya habré hecho ese trabajo sola, me
permitirá tener una relación de pareja sana, sin manipulaciones,
sin montañas rusas. Todo eso, me hace -o me hará- dueña de mí y
de mi independencia. No estoy incitando a nadie a la revolución
femenina ni a “que quememos nuestros sujetadores por constituir
éstos un símbolo machista". Estoy compartiendo mis deseos de la
autodependencia que busco sin tregua y de la autorrealización
personal que ansío.
Mis amigos (chicos) y algunas amigas
zanjan todo este monólogo que os he escrito con la frase (perdón
por la expresión, mandad a dormir a los niños): “deberías follar más para divertirte y dejar
de pensar un poco en todas estas filosofadas”.
No voy a entrar a valorar. Lo que sí
quiero (y mis deseos son lo que cuentan para mí) es continuar por el
camino que he descrito y explicado.
Es fantástico divertirse, pero yo
siento que ya he pagado un precio muy alto demasiadas veces por
arriesgarme y divertirme, no hablo del sexo sino de las relaciones
destructivas a las que he sido adicta. Así que para mí, es el
momento de pensar, de reflexionar y de crecer. Estoy en un momento de
trabajo personal y de divertirme también, pero de otras maneras que no me cuesten
el pasarlo profunda y exageradamente mal después debido a “amar demasiado”
cuando el otro de turno me abandona.
El día que cumplí 13 años vi por
primera vez la película “Romeo y Julieta” con mis amigas en casa; pedimos unas pizzas y vimos esta película de DiCaprio. Por supuesto ya había
leído el libro, mi favorito aún a día de hoy. Y la película desde
ese día fue, como no podía ser de otro modo, mi preferida. Nada me
parecía más bonito en el mundo que morir de amor como Romeo y
Julieta, yo encajaba perfectamente en esta visión romanticista,
estaba hecha a mi medida. -No vomitéis por la cursilería prometo
con humildad que vale la pena lo que voy a decir-me parecía lo más
romántico que podía existir (tenía 13 años). “Yo también me
habría clavado un puñal para morir con mi amor, ¿qué sentido
tiene la vida de Julieta sin Romeo?” -solía decir y preguntar
retóricamente de adolescente.
Siempre entendí relacionarme en pareja como entregarlo todo, entregarme del todo sin medida, sin cuartel. Si amas de verdad no hay reservas, no hay que protegerse del otro porque le amo y él me ama también y eso último no es discutible, es un acto de fé ciega. Y como él me ama (aunque sea “a su manera”) no debo protegerme de él aunque me haga daño. Si hago todo lo que el otro quiere, si trabajo duro por lo nuestro, si me esfuerzo al máximo por complacerle, si lucho por él, si le doy todo mi corazón sin quedarme nada ni titubear en su entrega, si soy todo lo que él quiere, si me convierto en todo lo que él necesita en todo momento; entonces me mereceré que el otro me ame para siempre.
Puede parecer algo muy evidente para
todo el mundo, pero a mí nadie me dijo ni me enseñó que no hay
que hacer nada para que a uno lo amen. Y por cierto, cuando sufres de
lo que se llama “amar demasiado” y eres adicta a las relaciones
destructivas ningún hombre con los que se forma pareja te enseñan
eso ni por supuesto te lo dicen. “La mujer que ama demasiado” siempre está con un perfil muy
concreto de hombres, no es casualidad, ni tener mala suerte en el
amor, ni ninguna otra Cosmo-frase que os puedan decir. Es una elección
inconsciente que lleva mucho trabajo trasladar a la consciencia. ¿Es
casualidad que las mujeres maltratadas acaben formando pareja siempre
con maltratadores? No, no lo es. Pues lo mismo sucede con las
“mujeres que aman demasiado”.
Todo esto de morir de amor y luchar por amor, me pareció precioso durante
mucho tiempo, esta fue mi forma de “amar demasiado”.-Y de
putearme demasiado-... ¡qué bonito!-Sarcasmo-. Yo habría dado mi
vida literalmente por todos los hombres que he amado. ¿bonito?,
¿patético?, ¿romántico?,¿infantil? ¿ridículo? No voy a descalificarme
adjetivando hoy lo que hice ayer, eso me quita fuerza. Lo que me da
fuerza es que hace bastantes meses sé que adjetivo es: doloroso. Ya sé cómo
y cuánto duele, ya he llevado hasta el último extremo mis ideales
románticos, los he luchado, los he experimentado, los he practicado
y los he creído. Ya no quiero más, ni puedo más con ellos, estoy
en paz conmigo misma en ese sentido.
Ahora Julieta se ha hecho mayor y
decide vivir, morir de amor puede que me pareciera bonito a los 13,
hoy me provoca escalofríos el pensar en todo el daño que me he
dejado hacer en nombre de amar demasiado como forma de vida y pensar
que puede volver a ocurrirme, me dan ganas de apretar el gatillo de la
foto de mi avatar-humor negro.
Sigo creyendo en el amor, pero a
Shakespeare lo tengo en la estantería porque ahí es dónde deben
estar las historias de amor novelescas. El amor es vida tal y como lo
entiendo hoy. Las personas podemos elegir y eso es algo que me
fascina de la condición humana y en lo que creo firmemente: el libre albedrío. Todo el mundo
por muy difícil que sea la situación en la que se halle puede
elegir. Julieta de Shakespeare pudo elegir, es verdad que era una
situación extrema, podemos entender o no lo que hizo. Pero pudo
elegir: vivir o morir (matándose). Mi Julieta decide vivir, porque
si se ama a sí misma la vida vale la pena y tal vez dé con un Romeo
que ame la vida tanto como ella o tal vez no.
La mujer que “ama demasiado” puede
elegir: seguir con su adicción a las relaciones destructivas; hombre
tipo Ikea, Don Juan, cachorro abandonado, etc. O hacer introspección
y tratar de rehabilitarse de esa adicción y vivir de verdad la vida
de otra manera.
Por cierto, es posible vivir de otra
manera, que nadie os engañe y si lo intentan, golpe de remo.
Mañana un diálogo de "la fiera de mi
niña" comentado para analizar formas de manipulación inconsciente y
consciente desde 1938.
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