Dueña de la cuerda floja.
"Y aunque el suelo queme miro hacia delante aunque ande cansada, créeme que soy una amante que teme amar demasiado, he aceptado mis dilemas, mis delirios, mis letargos, he retado al equilibrio y no consigo derrotarlo"
Igual
que un ex-alcohólico no puede tomarse ni una cerveza sin alcohol,
una ex-adicta a las relaciones destructivas y a amar demasiado no
puede darse ni un beso...
El proceso de rehabilitación requiere
mucho esfuerzo y unas buenas dosis de paciencia, de esa que yo no
tengo. Tal vez este punto en el que me encuentro sea harto delicado y
yo he tomado plena conciencia de ello hace poco. Se trata del momento
en que sientes más fuerza de la que posees realmente. Ese en que has
iniciado hace tiempo la recuperación, estás mejor y vuelves a tu
entorno tóxico mientras aún te rehabilitas. La luz de la estrella
Elendil en este pasaje oscuro es la conciencia. Se trata de
ser muy consciente de las sensaciones del cuerpo y de las emociones
que se experimentan en relación con el objeto de adicción; para ser
original hablo de un hombre/ relación destructiva con un hombre.
Dice
el dicho que
sentimientos que regresan son sentimientos que no se fueron.
Puede que eso sea cierto, afortunadamente no ha habido recaída, o yo
no lo siento así ni que me haya fallado a mí misma, pero gracias a
esta delicada oportunidad he podido observarme; me he detenido a
analizar críticamente cómo me comporto, qué hago aún, qué
siento aún. Y todo esto lo estoy viviendo porque desde enero del año
pasado estoy dispuesta a todo, a cualquier cosa, lo
que sea con tal de no
volver a sufrir como ya lo hice. Aún no soy inmune a las relaciones
destructivas, aún me estoy desenganchando...
Estas
dos parrafadas son para entretenerme y no decir lo que debo decir y
lo alargaré un poco más porque si fuera fácil, ya lo habría
dicho. No es que me falte sensatez, ni que me sobre corazón o tal
vez esto último sí sea verdad y por eso amo demasiado... Es que no
encuentro el equilibrio entre cabeza y corazón y así voy
practicando este arriesgado y difícil funambulismo dónde apostar
por el último me ha costado, muchas caídas, dolores y sensaciones
desagradables...
Nunca
me he tenido por tonta aunque cuenta la leyenda que uno me hizo dudarlo seriamente y por
eso sé que la única salida, la única luz
de Elendil de la que
hablaba antes es: estudiar
y seguir observándome de forma muy consciente
-(ya lo he dicho y no quería reconocerlo/decirlo)-. Observar mis
conductas para modificarlas y no repetir las pasadas. No es
divertido, ni emocionante, ni romántico, tampoco es intenso, es
molesto y desesperante, es una labor en el más absoluto de los
solitarios. Nadie puede hacerlo por mí, ni ayudarme y aunque tampoco
lo espero, nadie puede comprenderme en este sentido.
Ya lo he dicho
alguna vez, pero la solución fácil que me ofrece todo el mundo es:
“Emma, que entren
más pretendientes”.
Yo no quiero. No quiero porque sólo soy capaz por el momento de
elegir al tipo de hombres nocivos de los que he escrito en otras
ocasiones. Cuando yo
sola esté fuerte y
bien (del todo) no elegiré (consciente o inconscientemente) esa
clase de hombres. Sé que lo que digo suena a que fumo flores y que
es poco actual (en el sentido de poco moderno y que estoy pareciendo
una vieja por decir “moderno” pero correré el riesgo), es poco
de nuestros días en los que la gente tiene relaciones basura de usar y
tirar y no paran a reflexionar en qué fue mal, qué se puede
aprender... Parece entonces que quiénes nos detenemos a reflexionar
a aprender y no nos relacionamos con hombres compulsivamente en busca
del amor, somo unas pusilánimes... No pasa nada, soy rara hace
tiempo que lo sé y además me gusta. Es más común pensar y actuar
acorde a “sólo ha sido mala suerte, vamos a por otro y tal vez
él...” Pero yo ya sé que ese no es mi caso, ni es mala suerte la
mía. Es mala elección y cada vez elijo menos mal, pero aún elijo
mal y lo peor es que elijo mal de forma consciente, sabiendo lo mucho
que me necesita ese
hombre al
que elijo, sabiendo como me refuerzo con su necesidad...
Pero lo seguiré intentando, haré lo que sea, con tal de no volver
al lóbrego lugar de dónde vengo...
Mi
entorno gusta en decirme que me
queda mucho por vivir,
que no puedo pensar
así siendo tan joven,
que he estado con muy
pocos hombres seriamente para tener un juicio tan definido y un
filtro tan infranqueable.
No voy a entrar en el debate de cuántos son muchos ni cuantos son
pocos. Mi sensación cualitativa y cuantitativa es la que cuenta, porque al final del día me
tengo sólo a mí misma y la sensación que tengo es, desde enero del
año pasado, que ya
basta. No sé si
muchas o pocas al ojo ajeno, pero sé que he tenido relaciones
demasiado intensas en las que obviamente amé demasiado y sufrí
demasiado y no puedo más. El amor y el dolor ni se pesan ni se miden
así que no puedo justificarme cuantificando ni calificando mejor, la
magnitud de mi resistencia al dolor, pero quiénes me conocen saben
que es muy alta. Eso, lejos de ser una virtud es una lacra
peligrosísima para la mujer que ama demasiado, porque te hace capaz
de tolerar, resistir, aguantar, permanecer y disculpar la más atroz
de las aberraciones y con una sonrisa.
Lo
que me da rabia -(y eso es porque me sobra [rabia])- es que aún no
puedo perdonarme. No es que no pueda perdonar a mis cuatro
experimentos de príncipe, es que no puedo perdonarme a mí porque no
soporto pensar en todo el daño que me he dejado hacer y para nada.
Todo el empeño era mío, toda la proyección era mía, todo el peliculón de antena 3 por la tarde co-producido por Spielberg de que "mis elegidos aspirante a príncipe" y yo seríamos felices era sólo mío... Los hechos
probados están muy claros. Ninguno me prometió esforzarse en
“felices para siempre”. Bueno, sólo uno, pero tras siete años me
dijo que “todo era una broma”-basado en un sórdido hecho real.
La
conclusión es que como ex-adicta aún en rehabilitación yo lo que
quiero -para resumir- es un novio. Mi brillante excusa es; he perdido
a mi padre, qué bien me vendría, qué feliz me haría un novio, unos abrazos y unos besos, dormir juntos por las noches y ver juntos las olas de día...
Pero yo no elijo bien porque aún no estoy todo lo fuerte que pretendo estar como para
poder elegir un novio como el que sueño y no con los vampiros emocionales que me quedo.
Podría decir muchas cursilerías (que para mí no lo son) respecto
al novio que sueño como que sueño con un novio de esos que quieren
hacerte la madre de sus hijos o cosas más sencillas como hablarnos
sin decir nada. Pero yo no escojo eso tampoco aunque lo quiera, porque como necesito a alguien
que me necesite me dedico a apadrinar y manipular cachorros
abandonados que alomejor son felices -o creen que lo son- con su vida
¿y quién soy yo para ir con mi amor y mis pasteladas
a pintarles una vida en technicolor y toda una gama cromática de
magentas? y lo peor es que la culpa no es de ellos sino mía. Yo les he elegido y no
sabéis qué rabia me da no poder darle la culpa a nadie. Madurar
consiste en eso; adquirir responsabilidad por los actos propios,
asumo mi responsabilidad por las relaciones que yo he mantenido y no
sólo eso sino por las que he luchado ferozmente por no perder...
Cerramos
filas en torno a mis deseos (¿infantiles?), parece que tengo un claro Game
Over en la pantalla
que me dice que aún no puedo tener un novio como el que sueño.
Mi
sensatez tiene muy claro que para tener oscuridad y penas en mi vida ya
he perdido a mi padre, y por cierto, siendo yo demasiado joven, así
que no necesito la ayuda de ningún aspirante a príncipe (de las
tinieblas)... Entonces mis deseos no pueden hacerse realidad, no
puedo ni debo tener un novio y es lo único que quiero ahora -(y siempre lo
he querido)-, como un ex adicto a la coca
quiere otra raya. Sigo aferrándome aún con todo lo que llevo vivido
y sufrido a que eso ahora me haría sentir bien o al menos, menos
mal... Y no es verdad, lo he intentado, cuenta la leyenda que hubo un hombre a la muerte de mi padre... Sólo son excusas; el amor que
yo escojo me destruye y de qué manera...
Parece
lo más inteligente pues, pero también lo que menos quiero y por eso
no hallo el equilibrio; estudiar y acabar mi carrera porque eso
construye algo nuevo para mí y no me destruye.
Resulta
muy irónico lo fácil que me resulta solucionarle la vida a un
hombre por muy complicada que ésta sea y pintársela en los colores
más bonitos del universo y lo pueril que soy con la mía propia no
permitiéndome avanzar, acabar la carrera e irme a Londres; ese es mi
sueño a corto plazo y yo que me tengo por valiente no tengo agallas
para ir a por él pero... ¿Sí para exponerme a otro aspirante a
príncipe?... Me disculpo y acepto mis sentimientos porque nunca he
estado con un hombre que me tratara bien, -o como a la reina que soy
y todas somos. Pero de los creadores de “la mujer del César no
sólo debe ser honrada sino también parecerlo” he creado “toda
reina no sólo debe serlo, sino también parecerlo”, así que debo
comportarme como tal; eligiendo otra clase de hombres, esto es;
hombres con clase.
Todos
tendemos a soñar con lo que no tenemos y nunca hemos tenido. Lo que
sí puedo hacer para no sólo soñar y sin tener que pagar el precio
de “solucionar complicadísimos problemas y carencias para
conseguir amor de otro” es solucionar
y ocuparme de mi propia vida.
Lo que ocurre sinceramente y lo reconozco es que es muy aburrido e
incluso triste dormir sin el abrazo de un hombre que presuntamente te
quiere... Aún así no quiero, ni puedo por salud, volver atrás.
Mi
cabeza lo tiene muy claro, pero mi corazón frunce el ceño, chasca la lengua y da una patada en el suelo porque
sabemos que los libros no abrazan por las noches, no te besan como si
se produjera un eclipse total y no te llevan a cenar a un sitio
bonito... Pero a estas alturas mi corazón ya debería saber que los
novios que yo escojo tampoco lo hacen.
Tal vez madurar (además de ser aburrido) consiste en
dejar de escuchar los deseos y escuchar más la cabeza, al menos
hasta que acaben los exámenes...
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