Cuando a ella la llamabas por mi
nombre, le elegías la ropa que a mí me gustaba, la convenciste de
lo femenina que la hacía mi rosa favorito. Le sugeriste usar mi
perfume.
La empujaste a depilarse las cejas y a
hacerse mi corte de pelo, le sugeriste que se dejara melena.
Luego se aclaró el pelo para parecerse
más a mí, después ella copiaba mi maquillaje para gustarte. A mí
me elegías la ropa que ella se pondría y a ella la mía, de pronto
me llamaste por su nombre.
Cuando quisiste que ella hablara con mis
palabras, que tuviera mi sentido del humor para divertirte. La
metiste en tu casa, le dejaste la ropa que me dejabas a mí. Le
presentaste a la familia que me presentaste a mí, la sentaste en tu
mesa, en las mismas fechas que me echaste de allí.
Señalaste en veinticuatro horas por
qué puerta debía irme porque ella entraba por la otra para
quedarse. La hiciste una más en tu grupo, le regalaste a nuestros
amigos, lo que me robaste se lo diste a ella como si fuera nuevo.
Como si fuera su premio por llegar cuando ya todo pasó, cuando ella
ya había muerto. Cocinabas para ella lo mismo que para mí los
mismos días que antes a mí; yo cocinaba sola, lo mismo que para
nosotros unas calles más abajo, mientras lloraba frente a tu plato
preferido... Luego me mandaba mensajitos tontos mientras lloraba por
ti con un chico que me hacía caso porque un clavo iba a sacar otro
clavo... Después me dormía y tenía pesadillas.
Cuando no te bastaba su conversación así que
le sugeriste que leyera los libros que yo me había leído. Me
confesabas que querías mi inteligencia para ella como si la mía ya
no estuviera ni yo tampoco.
Cuando mientras estudiábamos ponías tu mano
en su espalda, como antes en la mía, yo vomitaba a escondidas mi
ansiedad por perderte pero me parecía de lo más normal... No te iba
a decir nada, no iba a atarte nunca, tú nunca ibas a abandonarme,
nunca debimos decir siempre, siempre resultó ser nunca.
Cuando la paseaste por los mismos sitios que a
mí, pero tú y yo llevábamos años paseando, así que tenías que
darte mucha prisa para borrar todo, tantos años de nosotros debían
ser borrados con ella. Le atusabas la melena por la calle de camino
al bar de siempre, al de cuando éramos pequeños y podíamos estar
cenando juntos y charlando hasta tarde, para robarnos besos en los
portales, revolvías su melena como revolvías la mía, pero erraste
en cabello y en la chica ella nunca fue yo ni lo será, te exhibías
públicamente con ella para convencerte de lo normal que era lo qué
hacías.
Cuando la acostaste en la misma cama que a mí
pero no fuiste feliz, entonces elegiste mi cumpleaños para hacérmelo
saber y culpabilizarme por ello pero te fuiste a celebrar el de ella.
Me culpabas de no ser felices y en ese trío estuvimos, tú por no
saber y yo por querer. Irónicamente en ese momento fue cuando menos fuimos tres en tu cama...
Cuando no entendía porque querías un avatar
de mí con el que ser feliz si yo te producía tanta desazón y
desdicha. Nuestra historia se quemó en la biblioteca de Alejandría
el día que me dijiste que yo no había sido nadie, que todo era
una broma y a mí me doliste como si lo hubiéramos sido todo.
Pero ya sabes que tengo mucha imaginación y me creí tu broma,
¿cuánto tiempo se ríe una chica por una broma de siete años?
Nunca tuve la culpa de tu duelo
patológico anticipado, ni de querer al hombre que eras; primero para
mí, después para formar una familia. Yo quería a un hombre que
mira a la muerte y no se esconde en las faldas de mi avatar por no
ser lo bastante hombre como para mirar a su otra mitad y decirle,
“vete niña que ya no te quiero”. Quería un hombre lo bastante
hombre como para llorar la pérdida de las faldas de mamá y a mamá.
Quería al hombre del que me enamoré y no al que perdía a
escondidas en la boca de otra. Quería a un hombre que no viviera
con el miedo al cáncer y a la muerte, quería un hombre que se
hubiera curado para ser un buen padre, el padre que él quería ser
conmigo. Espero que con cada “te quiero” dedicado a ella hayas
borrado ya cada recuerdo como me demuestras. Espero que hayas de
verdad olvidado que cuando ella dejó de respirar yo te abrazaba
porque no querías contigo a nadie más y espero que de verdad tú
hayas olvidado que miramos a la muerte juntos en silencio. Espero que
hayas olvidado que tu dolor fue mi mayor dolor y que todo lo hice
para salvarte fue porque tú me lo pediste y yo te quería. Espero
que ella te haga padre de los cuatro hijos que querías conmigo y te
maldigo con que no tengan nunca mis ojos que tanto deseabas en
nuestra descendencia, porque mis ojos no se los puedes dar y eso se
te pasó por alto viejo amigo cuando creabas mi copia en ella,
vistiéndola como a mí y acostándola en tu cama mientras te
preguntabas que hacías. Pero tú a lo tuyo, que yo aun me río de la
broma.
Quiero que algún día sepas que
mientras el avatar que has creado de mí iba de flor en flor dándose
a la mala vida que tu detestabas en toda mujer y ella me lo contaba
todo, yo cuidaba de ti y de tu familia poniendo en riesgo mi salud
física y mental sin que ello me importara porque te quería así y
no sabía querer de otro modo. Estaba tan necesitada de amor que no
me preocupó mi salud, ni mi tiempo, ni mi dolor, sólo quería
parapetar tu golpe porque yo entendía el amor así. Ella se gastaba
el saldo en deciros a todos que os quería, no puedo competir...
Cuando mientras yo secaba tus lágrimas dentro
de un velatorio, te estrechaba la mano y te escondía mi cansancio de
haber sido durante un año tu encantada y enamorada sirvienta, ella y
sus amigas me criticaban porque ella no podía estar ocupando mi
sitio (si hubiera hecho sólo la mitad que yo, apuesto que nunca ella
lo hubiera deseado y tú jamás te habrías atrevido a hacerme tanto
daño) se pasaron todo el velatorio inquiriendo a mis amigos a mis
espaldas que a ver qué pintaba yo. Francamente, en eso hoy
estaríamos de acuerdo, dado como pasó todo después y como
terminaste conmigo no sé que pintaba yo allí.
Quiero que sepas lo que es justo y es
que mis crímenes para con ella fueron ser quién fui en tu vida y
estar presente en una muerte que me dolió como de mi sangre y lo
peor es que si te queda algo de corazón tras las costillas lo
sabes... Nunca quise un primer plano en un funeral pero me lo
hicisteis todos porque me queríais o eso decíais y me pregunté
muchos años después qué suerte de amor olvida tan pronto haber
compartido tanto. Me colocasteis allí y yo me dejé porque me
parecía normal y necesario. Si ansiaba ese primer plano era en
nuestra planeada boda, con alguno de los vestidos que habíamos
mirado juntos, quería un primer plano en nuestro viaje a París, en
nuestra noche cenando por el Sena. Quería escuchar tus rarezas sobre
que el río huele raro y que el barco te mareaba... Ella quería un
sitio ante una muerte, sin trabajo, ni sacrificio, ni amor alguno.
Ella quería mi sitio, tú me derribaste para dárselo gratis. Yo
quería que tu dolor fuera mío y es justo que lo sepas.
Pero sigue llevándola a restaurantes
rosas que a mí me encantarían, sigue mintiéndote tan bien como
empezaste a hacerlo en esa época y sé muy feliz con ella para que
todo esto tenga sentido. De verdad sigue fingiendo que eres feliz
porque tienes novia y que ella no se ha muerto que en un tatuaje
llevas el dolor que te causó su partida.
Yo seguiré tratando de escapar a la
rabia que siempre me alcanza, seguiré tratando de perdonarme por
haberme dejado hacer tanto daño en nombre del amor. Porque todo este
reproche no te lo hago a ti sino a mí que no me perdono esa
flaqueza, esa humillación, no me perdono haberte querido y no me perdono entender como
entiendo todo lo que haces. Quiero perdonarme por haber llamado amor
a la servidumbre y la prostitución emocional, necesito hacerlo para
creer que de verdad volveré a querer no de igual modo pero si a vivir un gran amor y no un Hacendado. Quiero saber engañarme
tan bien como lo haces tú, pero no me sale...
0 comentarios:
Publicar un comentario