La madre de Tambor en la película
Disney “Bambi”, le dijo a éste una frase que constantemente me
repetía mi padre y que marcó mi infancia profundamente: “si vas a ofender al
hablar es mejor callar”.
Durante toda mi infancia hice caso a
pies juntillas a esta frase porque como para casi todas las niñas
y especialmente por mi lugar en la familia, al ser la primogénita,
mi padre era el hombre más sabio y más listo del mundo, en resumen
tenía razón en todo. Ahora le preguntaría: "¿seguro papá? ¿quién puede callar tanto?"
En primer lugar, una de las cosas más
incómodas a las que me he enfrentado hace poco es a recordarle a
alguien qué papel tiene en mi vida. No todo el mundo es amigo de uno; hay
amigos de amigos, hay conocidos... Esta realidad que clama por
evidente, por lo que he comprobado ofende mucho a la gente cuando se
la dices, no lo considero un menosprecio sino una descripción; una
cosa son amigos y la otra conocidos. No están reñidos los conocidos
con el respeto y el aprecio mutuos pero no son amigos porque como
todos sabemos amigos hay muy pocos en la vida. Para mí un conocido
no entraña obligaciones sociales protocolarias y tampoco es quién
para pedirme explicaciones, ni por supuesto, -aunque no se me
ocurriría en la vida-, pedírselas yo.
Dicho esto, llevo bastante tiempo
buscando el equilibrio entre la sinceridad y conservar una amistad y
la verdad es que no lo encuentro, pero dicen que existe -(como los
novios buenos)-. Me quiero esforzar en desmontar el refrán “quién
dice las verdades pierde las amistades” pero para ello, además de
adeptos me faltan argumentos.
Existe una delgada línea entre ser
sincer@ y ser maleducad@, se trata de una frontera muy fácil de
cruzar, demasiado sutil. Puesto que conmigo hay no pocas amistades que han
cruzado esta línea en no pocas ocasiones, supongo que yo también lo
habré hecho porque me equivoco constantemente, pese a que la educación y el respeto no
deberían perderse nunca. Recuerdo a bote pronto, el caso concreto de una amiga que
me dijo en mi cara justo al año después de romper una relación de siete años:
“necesito vacaciones de ti porque siempre estás mal y me agotas”
yo en primer lugar valoré su llamada “sinceridad” para ella y llamada mala
educación para mí, porque considero una virtud ser sincero y luego,
le di vacaciones a perpetuidad como es obvio...
Desde hace más de un año y
últimamente lo veo más, vengo observando algo que no quería creer ni
practicar, no se puede ser sincero con todo el mundo. O tal vez se
puede con el consiguiente riesgo de quedarte con la única compañía
de tu sinceridad y, si bien no es que eso sea poco, creo que no
basta, porque la amistad es algo que da color a la vida.
A todo el mundo le gusta escuchar
verdades que le son favorables pero ¿y las que no? Eso no gusta
porque son las estigmatizadas criticas.
Suele ocurrirme con frecuencia que
debido a mi personalidad decidida cuando ha habido que decirle a
alguien algo que no iba a ser de su gusto (me refiero a una persona
de un grupo de amigos) y que por tanto, no era fácil de decir porque había que tener la típica charla incómoda, la
mayoría me han empujado a mí a hacerlo. Siendo de esta forma
siempre yo “la mala de la película” mientras que los demás
opinando y diciendo lo mismo, resultó que les gustaban las
habladurías como a mí las caricias, por la espalda. Así que l@s
fals@s quedaron impunes y les brotó una aureola sobre sus falsas
cabezas de buen@s amig@s,
me ha pasado toda la vida... Convengamos que tampoco hace falta que
me empujen mucho a decirle a alguien -(con quién tengo amistad obvio)- que
“le están pintando pajaritos en el aire” o algo similar... No
hace falta que nadie me insista en ello porque procuro ser clara y
sincera con la gente a la que quiero. Son rasgos de mi
personalidad que entre mis millones de defectos considero virtudes y
espero recibir también claridad y sinceridad, que puede gustar más o
menos, pero actúo conforme a lo
que creo porque de todos modos los demás siempre van a criticar. Y
las peores criticas que soporto son las que me hago a mí misma.En serio,
los que creen que soy dura con los demás, no sabéis lo que hago
conmigo...
La
desagradable lección que he
aprendido es que si quieres conservar amistades has de callarte,
tengo intención de abandonar Mallorca pronto y por lo que me queda
de estar en el convento, callaré dentro. Como me dijo ayer una antigua
compañera de Bachiller, a veces hay que sacar a Maquiavelo a pasear...
La mayoría opina que con
el silencio se guarda más respeto y se hace un bien mayor. Pero yo
cada vez que callo me estoy dando una patada en todos mis principios
porque pienso justo lo contrario; si tienes un verdadero sentimiento
de amistad con alguien y ese alguien está enloqueciendo con un tema
-vamos, que se le está yendo de las manos como prendas a euro en un
mercadillo- y además está poniendo en riesgo su integridad física
o psíquica, -(me ha pasado y me está pasando con amig@s)- ¿realmente hago un favor
callando y observando desde la grada? ¿De verdad debo
-éticamente- callarme?
¿en serio estoy siendo mejor persona y mejor amiga de alguien por hacer la esfinge?
Si hablo, al menos estoy en paz conmigo
que no es poco, no me quedé impertérrita mientras él o ella:
enloquecía por un amor, se obsesionaba con alguien con el cual sólo
ha compartido tres coitos, se daba a la bebida, se daba a la droga,
tenía un novio o novia maltratador, se quería creer una relación
de mentira, estaba en una espiral de vida autodestructiva y/o
depresiva... (Escriba aquí el motivo que sea). Luego en este mismo
sentido, si callo siento que estoy siendo cómplice y participando de
la enajenación colectiva o individual.
Considero también que si en el pasado
fui buena -(o única incluso)- candidata para participar de los sinsabores de la vida de
mis amistades y para realizar rescates a cualquier hora del día o de
la noche; tengo derecho, por salud mental, a opinar sobre si el amigo
o amiga en cuestión va en la misma dirección errada que otras veces. Y si no consideran mis amig@s que puedo
opinar y pretenden hacer monólogos en mi presencia que avisen y me
pido una copa para amenizar el trago...
Como decía una persona de cuyo nombre
no quiero acordarme; “desde el cariño y el respeto”, no me lo
contéis si no queréis mi opinión o avisadme de que se trata de un
monólogo, de nada.
Por mi parte, aunque me lo quieran
volver a contar y me lo cuenten, ya he aprendido la lección de no
escuchar hasta las 3 de la madrugada, por ejemplo, a quién sólo me
parasita y que cuando le digo; “que no, que no vas bien, que otra
vez vas contra la pared” resulta que, “le estoy faltando al
respeto” porque yo digo las cosas muy mal. (Normalmente ocurre que
no es que yo, o quién sea, diga las cosas mal, es que no nos gusta lo
que nos dicen, a mí me ha pasado con gente que me ha dicho lo que no
quería escuchar). A esa gente a la que “le digo las cosas mal”
(y que como sabemos lo que ocurre es que no les gusta el contenido) la
dejaré con su “enajenación”, no puedo hacer más ni quiero.
Para terminar, la gente llama sinceridad a aquello que sí quieren escuchar, pero respecto a lo que no quieren, lo llaman "falta de respeto" a sus sentimientos.
Yo lo llamo hipocresía; respeto más
una verdad mal dicha que una mentira muy bien maquillada con
regalarme los oídos o callar. Quién me dice la verdad (aunque sea
mal dicha) está siendo auténtico, es en principio honesto y lo hace
-normalmente- con su mejor intención, (aunque no siempre acierte)
pero eso me permite ver aunque me reviente lo que me diga, que no le
doy igual, que no se queda como una esfinge con los ojos vacíos ante
lo que comparto. Sin embargo, quién calla o me miente -en mi
discutible opinión- no respeta en absoluto mis sentimientos,
interpreta un papel para ganarse mi lealtad, mi amistad y mi afecto
falsamente y yo no concibo nada más irrespetuoso para con mis
sentimientos que darme la callada por respuesta ni que escuchar lo
que quiero que me digan y no lo que piensan quiénes me quieren.
La conclusión a la que he llegado
entre el “hablar ahora o callar para siempre” con las amistades
es simple, pero conclusión no significa que sepa al 100 % como
gestionar esto. Ya no soy la misma persona que hace año y medio y
por lo tanto ni me sirven, ni me llenan las mismas cosas. Significa
que cada vez tengo menos en común con la gente de mi pasado. He
cambiado en mi relación conmigo misma. Afortunadamente ahora me
respeto por lo que es tiempo de cambios externos como los internos
que llevo haciendo en este tiempo. Es tiempo de reciclar amistades o
decir “adiós amig@, tal vez en otro momento volvamos a vernos”
pero lo que no voy a hacer es volver atrás, a mi “yo” anterior,
porque aunque quisiera -y no es el caso-, no puedo, puesto que
afortunadamente para mí, no soy la misma persona y tengo más paz de
la que he tenido en mi vida.
1 comentarios:
No puedo creer lo que estoy leyendo, de verdad parece como si estuvieras describiendo un resumen de mi propia vida. Me ha encantado lo que has escrito, a mi la gente no para de decirme que no sea tan sincera, que sea más mala y que piense más en mi. Y yo siempre les respondo lo mismo, no es que yo tenga que cambiar, sino que la sociedad entera debería cambiar, y ser mejores. La sinceridad como dices, lo único que ha hecho es quitarme amistades, es triste que no le puedas ser 100% sincera a alguien, pero he llegado a la conclusión de que la sociedad no está preparada para eso, no están preparados para la verdad, por que la verdad duele.
De todos modos, he aprendido con mucho esfuerzo a decir "mentiras piadosas" del tipo: me gusta tu vestido, está riquísima la comida...
Sigue escribiendo. Un beso!
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