Como
romántica empedernida soy fan incondicional de todas las películas
Disney que marcaron mi infancia y primera adolescencia. Muy
especialmente de la Bella y la Bestia, mi preferida. Me resultaba -hasta
un pasado relativamente cercano-, muy tentadora y bonita la idea de que
la fuerza del amor de Bella transforme a una Bestia y la capacidad
ingente de Bella para amar a
alguien así.
Me creía el
mito de que el amor de una buena mujer cambiar a un hombre. Por difícil y
por imposible, emularlo, parece toda una proeza sólo al alcance de
mujeres-princesas con una capacidad de amar inconmesurable. Pero es que
la capacidad de amar no tiene medida y entonces es cuando “las mujeres
amamos
demasiado” y
consentimos cosas como que nos
hagan prisioneras, nos separen de nuestro padre, o nos prohíban ir al
ala oeste. Todo ello porque sin duda la bestia es buena y nos ama y nos
ha regalado una biblioteca y ha aprendido a usar cubiertos.... Y con la
fuerza de nuestro amor y la máxima latina de “amor omnia vincit” -(el
amor lo vence todo)- por bandera, nos creemos capaces de propiciar un
cambio e instaurarlo como permanente. En poquísimos casos funciona, en
todos duele. La moraleja de la película es que no importa el exterior
sino el interior -(cancioncilla de amor mediante)-. No obstante, la
bestia era desagradable también en su fuero interno; trataba mal a
Bella, le gritaba y la sometía dándole ordenes. ¿Cómo se podía cambiar
esta situación? Pues a Disney le pareció que no dependía de que bestia
hiciera exámen de conciencia, creciera y madurara como persona.
Dependía de
Bella que la bestia se convirtiera en el príncipe guapo de noble
corazón. Me explico, Bella debía amarle, educarle, enseñarle, ser
paciente, guiarle, aconsejarle y apoyarle para que con suerte este
cambiara y por supuesto mientras tanto debe ir perfectamente arreglada,
vestida y maquillada. Cuando llore es mejor que se cubra el rostro
porque no queda bonito. Así, si bella es buena chica conseguirá que la
bestia
cambie y no importa cuanto cueste . -Buena suerte Bellas y vuestra mejor suerte aún sería escaparos a otro cuento.
Me
gustó ver las dos versiones de Blancanieves (aunque no fueran Disney)
la de Julia Roberts y la de la siempre exhuberante Charlize Theron. En
ambas películas, las princesas abandonan el clásico Disney de ser el
sujeto pasivo de la relación amorosa que las levanta del suelo como si
de un tornado se tratara, engulléndolas con una fuerza tal que sólo
pueden sucumbir al amor de ese maravilloso, guapo y rico príncipe que
las ama -(por cierto sin conocerlas). Y que tiene para ella reservado:
un castillo, un hermoso -y casi siempre blanco- corcel de larga y
peinada crin, y toda la riqueza y prosperidad de los reinos de dónde
procede. Se celebrarán unas perfectas núpcias y será el perfecto padre
de sus perfectos hijos, comerán un opíparo banquete digno del gourmet
del Corte Inglés, nunca pelearán y nunca se separarán ni de hecho, ni
legalmente.
Hasta ahora, las princesas para conseguir todo eso
sólo debían
ser guapas, sexys y tener un cándido erotismo. Traduciré, a mi
entendimiento: “hacerse las muertas”en todos los sentidos que una mujer
se siente viva, en las películas Disney,
se hacen las muertas,
salvo contadas excepciones (Pocahontas y Brave). La Bella Durmiente es
un gráfico ejemplo de cero realización personal. Nace bella y virtuosa,
por ser bella es digna de ser amada, se pincha con un huso, se hace la
muerta durante años y luego llega el príncipe a
salvarla porque
es guapa y por tanto digna de ser amada y si nadie la ama es que está
en apuros. Mata muchos dragones, se enfrenta a gravísimos peligros, la
besa y así despierta a la vida. Sólo con un beso se despierta a la vida,
antes estaba muerta. Cuando la besa, el aliento le huele a rosas
después de llevar “chorropotrocientos” años dormida. Desde ese besazo de
príncipe
todo irá a mejor,
todo está solucionado, se casará, será una buena esposa y una joven madre. ¿Qué es
todo?
¿había decidido la bella durmiente qué hacer con su vida? -No, ¿por
qué? -Porque se estaba haciendo la muerta para que el Príncipe la besara
y así fueran felices para siempre...
-Bellas Durmientes/
Rapunzeles que esperáis en lo alto de una hermosa torre con rosales en
enredadera a que el príncipe venga de
muy lejos y asesine esos
dragones (complejos,
obsesiones, miedos) que hay bajo la torre y que os impiden salir o
despertar. Si esperamos al príncipe, moriremos de viejas, es el momento
de pelear por nosotras mismas.
¿Cómo va un príncipe de hoy a matar
nuestros dragones
si en el momento que tiene que dejar la play para ir a hacer la compra
en vuestro nidito de amor ya pone mala cara? Luchemos nosotras y ellos
que vayan a la suya, ya volverán y sino buena suerte y gracias por
participar.
Las princesas de las películas actuales ya no
son el sujeto pasivo del complemento agente (Príncipe) que las ama.
Ahora, al menos salen del castillo (como la Blancanieves víctima de la
bruja Julia Roberts). Si bien el director, no pudo evitar el componente
erótico machista de que en mitad de la esgrima el príncipe diera un
socarrón “cachetazo” en el culo a Blancanieves que lucía pantalones.
La
Blancanieves Kristen Stewart se pasa toda la película con la misma
expresión y emulando a Juana de Arco, el factor “y fueron felices para
siempre” tan manido en todas las películas de esta temática, simplemente
no aparece. Si bien, ella podría haber elegido entre dos pretendientes
que se sorteaban su amor, ella no elige a ninguno. Prefiere pasarse toda
la película con el pelo sucio y peleando como un hombre porque está
sola y no tiene nada que perder sino mucho que ganar.
La
archienemiga de “KristenNieves”, la bruja Charlize es el ejemplo del
despecho llevado al extremo, el resentimiento y la amargura que
conllevan la ansiedad de obligarse a ser “la más bella del reino”. No
entiende lo que es el amor porque se excusa con que nunca la amaron, un
retrato muy actual de un tipo concreto de mujer de hoy.
Por último
Mérida -(Brave, para todos). He aquí una princesa que NO se quiere
casar, ama algo: su libertad. ¿Por qué ama su libertad más que a casarse
con un noble príncipe y ser felices para siempre? Pero si para siempre
es toda la vida y es una garantía sin caducidad...
Mérida es
natural, no lleva vestidos incómodos, ni corsés. Le encanta comer
pasteles a dos carrillos, montar a caballo, trepar por las rocas, tirar
con arco... es
autodependiente.
1 comentarios:
Julieta... me he puesto a leer tu blog desde el principio. Porque leerte es como leer lo que yo nunca he escrito. Pero somos prácticamente calcadas,... Mi película favorita de Disney también era, hasta hace aproximadamente unos dos minutos, La Bella y la Bestia. Pero como soy mujer que ama demasiado en proceso de desintoxicación me paso al club de Mérida. Y que suenen las gaitas sin parar. Un beso guapa.
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