jueves, 8 de noviembre de 2012

Mi parada de autobús

    Si me quedo aquí tú no vas a volver, pero yo seguiré allí como si no te hubieras ido.
Si no estudio, si no me licencio, si no avanzo demasiado todo seguirá igual como antes como cuando tú eras y estabas. Si no rehago mi vida, de verdad, te rendiré culto, si nunca tengo novio nunca tendré que presentártelo y con ello pasar por el decir “no existe”. Si no me caso no me faltarás ese día más que en ningún otro, porque desde que soy un zigoto sueño con ese día. Si no tengo hijos no tendré que llorar por otro motivo más, pensando que no podrás alegrarte de conocerlos y así el día más dulce de mi vida, el más feliz ya nunca será el más feliz, ya es imposible que lo sea así que ¿para qué?. Si no voy demasiado lejos de casa, no estoy saliendo demasiado, así que me quedo dónde estoy, si no voy de viaje me quedo aquí donde tú estabas, mi Roten-Meyer interior está más contenta y me deja tranquila.

Si no tengo vida sexual no tengo que sentirme viva ni culpable por vivir y que tú ya no puedas vivir nada. Tampoco tengo que explicarle nada a nadie, ni callarme en su cama, porque eso no se puede explicar; que me siento culpable, tal vez puede explicarse pero ningún hombre quiere escuchar eso, ninguno que no tenga un billete a Kuala Lumpur con carácter inmediato al post-coito.
Si no termino lo que debo hacer y nunca lo empiezo no tendré que terminarlo sin ti. Si el mundo cree que soy infantil por mi conducta rezagada en los estudios, les doy una razón simple para un sentimiento complicado, me critican, se burlan y me dejan en paz al menos un rato, con la paz que necesito.
Si siento demasiado padezco porque todo esto es demasiado. Si siento poco me quedo dónde estoy pero tú ya te has marchado.
El tiempo no soluciona nada, lo hace todo más real y real es lo que siento. Pero lo que siento no es correcto porque soy joven y los jóvenes viven felices y jóvenes, pero yo me siento tan vieja que ya me pesan los años, o el turrón de Suchard que comí en Navidad, no lo sé muy bien...
      Con lo que hablo, a veces no hablo, porque así no tengo que decir de diez veces doce que me ha parecido verte en cualquier parte, o que huele a tu loción de afeitar, pero sólo era alguien de tu edad, sólo era alguien con tu ropa, sólo era alguien con tu pelo... Tú ya no eres, tú ya no estás ni existes, de diez veces doce me lo repito y no lo creo.
  
    A veces pienso en hacer como si nada o al menos seguir, venga sí ¡vamos! Hoy empiezo; terminar mi carrera, vivir en Londres, viajar o dar la vuelta al mundo como Willy Fog eso me habría hecho muy feliz. Luego conocer un chico o mejor un hombre, puestos a pedir, conocernos de verdad los dos, no conocer yo sola y leerles como un libro que ya sé como termina, pero que aún así me leo deseosa de que por una puta vez acabe de otra forma y explicarle, de verdad, sin limitaciones, sin pensar en; “esto no quiere oírlo, calla”, “no digas esto que se asusta, calla”, “no hagas esto que lo pierdes”... Decirle qué siento y qué me pasa y sobretodo qué me ha pasado, sueño que no le importa y que me comprende porque la vida es sueño dicen. Sueño que por una maldita vez tengo esa suerte que yo digo que son los padres y nos va bien, nos casamos y que tenemos hijos y que somos felices y luego me horrorizo y me repugno de que todo esto vaya a suceder sin ti. Por el casamiento no me preocupo, lo veo tan lejos como llevar dentadura postiza y de los hijos igual... Pero no hace falta casarse en sueños para la desolación, en el mundo real en casa ya no hay nunca tortilla de patata, ya no hay canciones gregorianas o de mocedades en la cocina y nadie me llama Nemesia. Ya no tengo escudo, ni rompe-olas, ni paraguas, no hay palmada en la espalda, no hay soluciones para todo, no hay explicaciones para todas las cosas; las reales y mis fantasías.
     La gente en abstracto juzgará y opinará si sentir esto está bien o mal, yo no lo juzgo he dejado de hacerlo, lo acepto porque lo siento y contra eso puedo hacer muchas cosas y lo sé, pero sigo sintiendo lo mismo. Si hago lo que todos esperan mucha gente estará más tranquila y también más feliz, pero yo temo hacer lo que todos esperan y seguir sintiendo lo mismo, sospecho que así será. Por eso me recreo en no hacer nada y puede parecer fácil, pero no hacer nada es muy difícil. Sé que él querría que hiciera algo, pero él no está y yo no creo en nada. No creo que haya nada más allá, me parece un precioso y respetable consuelo para quién lo quiera, yo no es que no lo quiera es que ni lo siento ni lo creo.
¿Un título en mi pared llena un vacío tan grande? Creo que no, tal vez sólo lo crea porque no lo tengo aún o por llevar la contraria a todo el mundo, siempre he sido muy salmón. A la única persona que llevo la contraria es a mí, sólo me destruyo y me perjudico a mí.Y si no tengo un título ¿qué hago? Quedarme aquí esperando, esperar como quién espera una línea de bus que ya no existe. Pero si voy viendo cosas desde mi parada, si voy viendo gente desde mi parada, me siento menos culpable. Pero vivir en una parada de un autobús metafórico no es vivir y eso lo sé. Sentirme menos culpable me hace sentir mejor, o al menos, menos mal pero eso tampoco está bien porque no estoy avanzando y se supone -como el valor en el ejército- que la vida es avanzar. No sé si es cuestión de tiempo o de acostumbrarse, pensar en acostumbrarme me repele, es algo que detesto, si me acostumbro haré como si nada y ha pasado algo. Parecerá que es normal y yo no acepto la normalidad de lo que ha pasado.

Hay una frase de El jorobado de Nôtre Dame que tú nos llevaste a ver, recuerdo que te aburrió mucho esa película en el cine pero te quedaste con nosotras, te gustaban las películas Disney y los dibujos animados, siempre fuiste un niño grande que esperaba conmigo mirando la carta de ajuste hasta que empezaran los dibujos por la mañana, pero si cantaban mucho eran un “bodrio” como decías tú. La frase que rescato dice: “la vida no es un deporte que se mira, si mirar es lo único que se te ocurre entonces verás como tu vida pasa de largo”. No debería, en honor a tu memoria, vivir mirando la vida desde una parada de bus. ¿Pero en honor a qué memoria si ya no existes? ¿qué sentido tiene eso y qué sentido tiene nada? Y así se debaten mi cabeza y mi corazón que nunca se ponen de acuerdo. Yo espero que un día uno acabe con el otro y todo sea más fácil. Lo espero desde la parada de bus.

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