domingo, 23 de octubre de 2016

Los noes del trabajo y el amor

No.

Saber decirlo y saber recibirlo es lo más poderoso. No he decidido qué es más difícil. Hay que saber decir "no" en todos los ámbitos y recibirlo en todos también.
Por ejemplo; decir no: "no voy a seguir trabajando para ti a este precio". Recibir no: "si quieres cobrar por trabajar no nos interesa".
Decir no: "no voy a salir contigo si no lo ves claro". Recibir no: "no voy a salir contigo si lo tienes tan claro".
 

Si no se sabe decir "no" ni aceptarlo, se fuerza al cosmos a repetir situaciones una y otra vez, hasta que se aprende. Por eso tienes la sensación de que siempre te pasa lo mismo. Si no haces cambios obtienes los mismos resultados. Hay que observar y escuchar qué se nos ofrece y si nos resulta familiar. Es importante llevar a cabo esta práctica en el amor y en el trabajo, en ambos casos, para no sufrir.
 

     Atreverse a tomar lo que uno merece siempre conlleva pérdida, forma parte del equilibrio entre dar y tomar. Nada se puede tomar con las manos llenas, nada se puede dar con las manos vacías. Ni en el amor ni en el trabajo. La conciencia de lo que se merece no tiene porqué ser altiva, basta y es necesario, que sea digna.  

En el amor y el trabajo es importante saber cuando dejar que otro haga el papel que nosotros, por dignidad o amor propio, no vamos a seguir haciendo. Para eso hay que confiar ciegamente, abandonar la zona de confort y saltar al vacío con miedo pero con fé. Es el precio a pagar para no ser esclavo, en un ámbito u otro. Hay que atreverse a ser señalado por ello. Tener el coraje de obviar los juicios del resto por atreverte a ser diferente, a sobresalir del rebaño. Los unicornios no somos borregos aunque lo intentemos para ganarnos la vida. Los borregos se sienten amenazados por los unicornios porque ellos quisieran ser unicornios, pero se conforman porque tienen un miedo tan grande que el miedo les tiene a ellos.
 

Al hilo de esto, hace unos cuatro años el Universo me brindó una oportunidad que acabó siendo lección y bendición. Una importante y archiconocida empresa de infraestructuras y energías renovables con presencia en 65 países me ofreció formación con vistas a trabajo remunerado en el aeropuerto. Esta oportunidad se me dio porque alguien me recomendó, lo que presuntamente me ponía un pie dentro. Era una formación de casi tres meses que requería estudiar y pasar un examen. Éramos unas 30 personas queriendo aprender y trabajar ahí.  Así las cosas, de ocho de la mañana a cuatro me formaba, y por las tardes iba a la Facultad. Los fines de semana estudiaba y soñaba con tener tiempo libre algún día. Nos examinamos todos y se nos dijo que nos llamarían en una semana.
 

Esperé toda la semana, veintinueve personas fueron contratadas, yo no.
Sentí que había tirado mi tiempo e hice examen de todos los porqués. Me sentí fatal por ser la única rechazada y me miré el ombligo por ello. No supe qué había de malo en mí para que no quisieran contar conmigo, ni porqué no era válida para ellos. Yo quería ser válida para ellos.  Todo el mundo fue contratado menos yo, incluso gente que también contaba con una carrera como yo; ya que en esta sociedad en la que vivo, tener estudios, es un problema para que a uno le contraten según dónde.
 

Así las cosas, pasé dos semanas lamentándome por la exclusión mientras preparaba los examenes y un día recibí una llamada. La llamada era de una importante sucursal bancaria en la que ni habría soñado trabajar. Si me hubieran pedido opinión habría dicho que era demasiado bueno para mí, que jamás me hubieran contratado sin haber terminado la carrera, que jamás me habrían contratado sin experiencia, que jamás me habrían contratado sin enchufe.
Mi contrato era sólo a veinte horas de mañanas de lunes a viernes, de diez a dos. Ni siquiera tenía que madrugar. En la empresa en que me rechazaron, se trabajaba en cualquier horario, incluidas las madrugadas.  Mi salario fue más del triple de lo que iban a pagarme en la empresa que me rechazaron.  Iba a tener más que suficiente dinero y tiempo para disfrutarlo.
El Universo me dijo "no" porque tenía algo mejor esperando por mí aunque dolieran la negativa y el rechazo en ese momento. Eso bueno que nos espera ocurre justo cuando ha de ocurrir, sea amor o sea trabajo. La asignatura difícil es la paciencia y la dignidad con la que se gestiona dicha espera.
 

En relación con esto, hace un año un hombre con novia que me atraía en sonoro silencio y me parecía demasiado bueno para mí -(al igual que ese trabajo caído del cielo)-, se sentó con su novia al lado, con más gente y conmigo enfrente. Se bebió una cerveza hablando de sus frustraciones laborales, he visto a muchos hombres hacer eso y recordarme a Bogart pero este también me enseñó algo aunque estoy segura de que ni fue consciente. Me dijo que el término "empleado", venía de ser usado pero que empleado sonaba mejor. Sentí una súbita fília por él en ese instante hy nunca se lo he dicho, ni se lo dije. Me dijo que los empleados lo eran "en pos de los sueños de otra persona que había tenido una idea y había decidido trabajar en ella".
Desde esa escueta enseñanza etimológica me permití soñar eventualmente con él. Con un mundo paralelo ideal en que no tenía una novia ideal y yo tenía algún lugar en su vida. Un lugar en el que cabían muchas enseñanzas mutuas, donde todo estaba bien para que estuviéramos y que estuviéramos incluso bien. Vamos, que no tenía presupuesto para la película que me estaba montando.
Yo quería ser válida para ese hombre que me rechazaba o ni me escogía (igual que con mi trabajo). Ese hombre acabó rompiendo con su novia, o ella con él, nunca se sabe qué verdad hay en una mentira.  Yo quería ser escogida por él porque siempre es más fácil que tener el coraje de escoger. o la paciencia de esperar, o la dignidad de apuntar a lo que uno merece. 


Aceptamos el amor que creemos merecer, si no creemos ciegamente que merecemos un buen amor aceptaremos cualquier amor, y en el peor de los casos, un mal amor.
 

Él quería tomar (lo que fuera y a quien fuera, incluso a mí) pero no podía dar. Un corazón roto no puede darse aunque se quiera. Un corazón roto no debe tomarse aunque se pueda. 

A este precio no voy a darme a ti como mujer ni puedo tomarte a ti como hombre. Es un precio demasiado alto. Te dejo con tus asuntos que son anteriores a mí, no pertenezco a ellos ni me corresponden. Siento haber querido pertenecer a esos asuntos que no son míos. Tu ex pareja es anterior  a mí, ella es la primera y no yo. Ella es la elegida y no yo. A este precio, al precio de ser la otra no puedo tomarte como pareja. A este precio, al precio de hacerle daño a ella no puedo darme a ti como mujer ni tomarte  a ti como hombre. Elijo ser fiel al código de lealtad entre mujeres por el que debo renunciar a ti. Ella es la primera y no yo y te dejo con tus asuntos que no son los míos y te deseo lo mejor. Te doy el espacio que tienes ahora en mi vida y te dejo ir. Y qué pena que no fuera bien y lo acepto.
Y por eso también en el amor, igual que en el trabajo, confío en que hay algo mejor y que sí merezco en algún lugar.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Ojalá nadie te salve

Ojalá que os soñéis de pequeños en la paz de vuestra casa. Rodeados del confort que proporciona el amor de vuestros padres, que sintáis su cariño y el calor de su abrazo. El amor de padre en su mirada, siempre atento a vosotros, incluso cuando no. El mimo de mamá en su beso y sus abrazos. El amor de mamá que con papá os dieron la vida, que son vuestros héroes, que nadie es más importante. Que sintáis esa paz que sólo siente una criatura que aún no ha sido moldeada ni curtida por los golpes de la vida. Que soñéis que estáis en ese momento vital en que no conocéis el mal, ni el dolor. Que sois Amor.
 

Ojalá que en esa paz irrumpan violentamente en vuestra casa los desalmados, los cazadores de sueños, los secuestradores de niños. Ojalá que os disparen y paralicen vuestro cuerpo pequeño e indefenso. Que no podáis huir ni apenas gritar. Que veáis llorar y gritar a mamá como si le arrancaran el alma, ojalá que golpeen a mamá que forcejea con uñas y dientes por su criatura. Por el fruto de su vientre, por la vida que dio a Luz. Ojalá que en ese momento veáis a papá impotente, llorando, luchando por salvaros y que no pueda.  Que lo paralicen a él también, que lo aten, que se muera de miedo. Que de niños en vuestro sueño muráis de miedo y no podáis despertar, que la congoja se os agarre al pecho tan fuerte como el primer amor lo hace con un adolescente. Ojalá que se os lleven; los desalmados, los cazadores de sueños, los secuestradores de niños,  mientras os manosean, vuestro cuerpo, inherte, sin que podáis controlarlo. Que se os lleven en un coche semi-inconscientes, sin poder respirar bien, sin poder ver bien. Que os preguntéis cómo están papá y mamá cuando os han arrancado de sus brazos, si volveréis a verlos. Cómo se sentirán los abuelos y vuestros tíos con la noticia. 

Que no sepáis adonde os llevan ni qué os van a hacer, que ni os hablen ni os quieran nunca los que se os llevan. Que seáis el objeto de su ira más temible y frustraciones más profundas.
Ojalá que las drogas que os han suministrado hagan efecto, pero no suficiente para olvidar vuestro hogar y vuestra familia. Ojalá no sea suficiente para quitaros la tristeza. Que al despertar de nuevo os droguen. El primer año, el segundo... Que a los diez queráis quitaros la vida y no podáis porque os drogan. Que veinte años después que os sigan drogando y que ya lo necesitéis mucho. Que no tengáis espacio para moveros, correr, saltar, trepar, nadar... Que tengáis que comer donde defecáis y dormís.
 

Ojalá que cautivos, si estáis tristes, os golpeen. Que si lloráis os golpeen más fuerte, que si no hacéis lo que os dicen os hagan daño sin dejaros marcas físicas primero, que os torturen y os las provoquen, después. Ojalá os sometan al hambre, al frío, a la depresión, a la soledad, al confinamiento y al aislamiento y que si os quejáis os golpeen y que pase un año. Ojalá que al segundo no recordéis apenas a vuestra familia. Que pasen veinte y no sepáis si aun viven o han muerto, que no recordéis ya vuestro hogar. Ojalá os manoseen manos abyectas, malvadas, inconscientes, que os hagan daño. Ojalá que os toquen por todo y os sintáis vejados, violados y doloridos. Que no os guste lo que os hacen en el cuerpo y vayáis tan  drogados que no podáis emitir quejido alguno. Ojalá que entonces os flasheen 12 horas al día para hacerse fotos. Que no podáis defenderos ni atacarles porque vais totalmente drogados. Ojalá que al obligaros a cargar con ese niño no podáis con él porque tenéis hambre, o porque estáis  cansados y que os peguen. Y que os sometan a más ayuno, más varazos y más aislamiento. Ojalá que no os pregunten nunca si queréis esa vida porque "total" no sabéis hablar y a nadie le importa. Ojalá que nadie os salve porque no le importéis a nadie.
 

Ojalá que vayáis a países exóticos, a "cárceles"acuáticas, a "cárceles" ilógicas que los adultos llaman zoológicos, y que antes leáis, empaticéis, penséis. Ojalá quecuando  vayáis a "nadar" con delfines, a "nadar" con tortugas, a montar en elefante y dar paseos por la selva, que cuando os ofrezcan que el elfante levante la pata para vuestra maldita foto. Que cuando vayáis a sostener un caimán bebé, a fotografiaros con tigres y leones porque seréis guays en postugram. Ojalá, y por favor, que antes penséis por un momento en lo que estáis haciendo.
Ojalá que vuestros 3736387684546condenados y viles likes en vuestra foto en "falsebook" donde salís con un delfín secuestrado al que tocáis, con un elefante torturado, con un tigre drogado, comiéndoos un escorpión o un grillo, no le guste a nadie. 


 Que le dé vergüenza al que lo hace, al que lo ve, al que os da like. Ojalá si lo hacéis no le gustéis a nadie y dejéis a los animales en la paz de su hogar. Ojalá que si lo hacéis soñéis que os lo hacen desde niños y ojalá que nadie os salve.





-Este texto es propiedad exclusiva del blog Julieta decide vivir y sus derechos pertenecen a la autora. Se permite su divulgación, reproducción parcial y derecho de cita mencionando a la autora y/o la fuente.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Yo antes de ti


  Al ver esta película tuve un dejavú y me volví a dormir en su cama y cuando desperté tenía un beso en la frente y seguía sin entenderlo.

Él se llamaba Will Traynor y había nacido guapo, rico y ganador. Tenía 35 años que le quedaban tan bien como a Cara Delevigne sus cejas y, por supuesto, estaba más bueno que los macarrones con queso gratinado. Acorde a su cuna, y como descendiente de la tribu de hombres cazadores de éxito, tenía una barbie novia estupenda con la que jugar a los médicos en la cama mientras su gran empresa se comía a las demás más pequeñas como una ballena lo hace con el plancton.

Louisa Clark tiene 26 y no sabe quién es, pero es muy agradable, adorable y muy buena pero no está buena. Le sobran unos kilos porque le gusta comerse todo lo que no sea el mundo y odia el deporte porque eso no hace feliz a nadie ya que vive como alguien para quien su propia felicidad no cuenta.
Lou tiene los ojos muy expresivos en paleta de bonitos azules y cero ambiciones personales. Le caracteriza un excéntrico y marcado estilo británico en el vestir y también, los colores y medias que dicen: “y estoy aquí, aquí, para quererte”-como cantaba Raphael. Sólo sabe hacer algo bien: complacer a los demás, sonreír y ser agradable. Me agota verla. Tampoco tiene hobbies ni sabe cuáles podría tener. Entraña a lo que podríamos llamar en psicología la santa madre esposa. Tampoco es feliz ni está satisfecha sexualmente con su novio -y me aventuro a decir que ni sola- con el cual lleva siete años porque ningún hombre quiere acostarse con su madre, pero sí quiere que ésta le cuide y le dé mimitos.

Lou sale con este chico que vomita yos por la boca y le hace el amor a ella como el que saca la basura de casa. Es decir, porque no se lo puede quedar dentro más tiempo. Esto es lo que hacen las chicas como Lou (dependientes emocionales de manual) que no saben quién son, ni quieren saberlo. Este joven Patrick encarna a una cadena de la que descienden cien hombres como Patrick que sólo hablan de sí mismos y su deporte, el típico iron man. Esta clase de hombres sólo salen con chicas sufridas como Lou. Si eres invisible, atraes a un hombre que te trate como a invisible y que por supuesto te hará el amor como si no estuvieras allí, tampoco hace falta ser ingeniero para llegar a esta conclusión...

Podemos decir ya en este momento que Lou es una prostituta emocional. Por un poco de compañía de Patrick (ya que hemos descartado el amor y el sexo), lleva aguantando siete años con ese novio y en un trabajo tedioso por hacer felices a sus padres.

Will Traynor es un alma voluntaria que un día de lluvia, postcoitalmente, cae en la cuenta de que ha de trabajar y yendo al trabajo sufre un accidente y se queda tetrapléjico.

Lou también es premiada por el Universo paralelamente a Will. Trabaja en una cafetería dónde reparte amor y sonrisas a todo el mundo porque sus padres necesitan el dinero y la despiden.
Así las cosas, Lou es contratada por la madre de Will para cuidar a Will y ser su amiga agradable que es lo único que sabe hacer y se sabe de ella.

Antes de escribir nada más como ya sabéis quiénes hayáis leído “las mujeres que aman demasiado” una de las chicas, también dependiente emocional como la adorable Lou, acude a terapia porque siempre sale con hombres enfermos que finalmente mueren y no sabe porqué, el último de ellos paralítico. Las dependientes emocionales molamos tanto que no vemos una silla de ruedas motorizada o a un capullo de manual, vemos a alguien a quién hay que ayudar muy bien y sin quejarse para que nos quiera mucho.

Lou ve a Will por primera vez y se le nota en toda la cara que le gusta más que quitarse el sujetador al llegar a casa. Will por supuesto la trata fatal desde el minuto uno, pero Lou siempre tiene una sonrisa y un aspecto impecable y un plan para animar al deprimido Will que volverá a ser borde y hablarle mal. La buena de Lou no le contesta nunca porque sólo saber ser buena y adorable.

Will recibe la visita de su ex-novia barbie con la que jugaba a los médicos todo el tiempo antes de quedarse tetrapléjico y la de su mejor amigo. Ambos van a su casa a decirle que ha sido tan duro lo que le ha sucedido a Will que han tratado de superarlo haciendo gimnasia erótica juntos y que les ha ido tan bien que se casan.

Lou lo escucha y alucina. Alicia (la ex-novia barbie) le dice: “no se puede ayudar a quién no quiere ser ayudado”. Por favor, esto es a parte de la película, si tenéis la oportunidad, escuchad atentamente a las ex de vuestros novios o futuribles. Más allá del juicio que tengáis, estas mujeres a las que la mayoría odiáis porque sí, están llenas de una muy útil información. Desconfiad cuando vuestra pareja o futurible os intenta enfrentar a ella desde el minuto cero.

A Will se lo llevan los fantasmas oscuros de Ghost al saber que su ex y su mejor amigo se casan, pero no puede romper los marcos de fotos de amor nerudiano de Will y Alicia, por su situación de movilidad reducida.
 Finalmente se los carga y ya está "mamá" Lou corriendo para que el atormentado Will no se corte y tratando de arreglar los trocitos pegándolos. Evidentemente Will sigue siendo el cretino que era desde el principio y le sigue hablando mal.

Willl se pone muy enfermo poco después, con una fiebre altísima. Las personas que no desean vivir suelen llamar a la enfermedad. Las personas que se resfrían sobrevenidamente suelen estar muy tristes. Will estaba muy triste por su ex y se pone enfermo, Lou le cuida como haría con un muñeco que le regalan por Navidad a una niña pequeña, todo amor y dulzura y se enamoran el uno de la otra y la otra del uno, pero no se lo dicen porque la gente no se dice estas cosas importantes.

Poco después, Lou se entera de que Will tiene hora para eutanasiarse dentro de seis meses. Lou no se lo quiere creer porque lo ama y empieza a practicar el cuento de la Bella y la Bestia y la rosa, empieza a marcar el tiempo. Lou se dice: "por mi amor vivirá, por mi amor querrá vivir".
En este punto vemos a una Lou que mira a Will como lo haría Giglypuff todo el rato, se quieren y Will le enseña películas hipsters en versión original mientras llueve fuera y se acurrucan en el sofá, le hace regalos caros, le hace regalos emotivos y especiales, (hablo de las medias de la sobrina pequeña de Beetle Juice), escuchan música que Lou no conoce en silencio y haciendo manitas... Ella por su lado se pasa el día pensando en divertiplanes para que Will quiera vivir y la quiera mucho y la necesite mucho.
 

A los pocos meses y antes de los seis en que él se iba a suicidar, se van de vacaciones al Hotel Formentor... Nos dejan a todos vomitando arco iris y pensando cúanto más van a tardar en besarse. A mí ya me estaban poniendo nerviosa. Lou está plenamente convecida de que Will ya quiere vivir por ella y por su historia de amor. Lou piensa esto porque no mira, cuando uno no mira, fantasea. Lou tiene esa fantasía, en la realidad ella no ha hablado con Will sobre esto porque le da miedo lo que él le diga porque lo intuye.

Entonces en la playa por fin se besan y por supuesto hay fuegos artificiales y un cielo estrellado. En pie, aplaudo.

Entonces se produce el baile en la pareja porque la proposición ya fue hecha mucho tiempo atrás. -Introduzco el concepto de baile o danza en la pareja del cual escribiré en otra entrada al blog.
Él le confiesa sus sentimientos. A la cara. De viva voz. Lou por fin le mira, cuando uno mira de verdad a la pareja en sus luces y sombras deja de fantasear, abandonar la fantasía que uno tiene del otro es doloroso pero nunca es culpa del otro. En este punto es cuando los amantes se aman o se disuelven de verdad, sin egos. Will le dice que va a eutanasiarse de todos modos y Lou llora muy fuerte. Ella se pensaba que con su ingente esfuerzo y todo su amor, purpurina y corazones Will querría vivir, pero ella lo pensó sola, ella fue egoísta, ella no le tuvo en cuenta, Lou sólo pensaba en Lou aunque se comportara así con Will. Lou no pensó en los deseos de Will que eran terminar su vida lo mejor posible, pero terminarla. Eso no es amor. Eso es dependencia emocional.
Entonces él con infinita paciencia y cariño le explica quién era él antes de su silla y todas las prácticas sexuales que habrían llevado a cabo de no encontrarse él en esta situación.
Desconfiad de los que publicitan y alardean de las prácticas que llevarían a cabo, un buen tráiler esconde una película méh. Las cosas TAN buenas, se venden solas.

Volviendo al tema. Él evidencia el problema de no poder tener una relación sexual con ella. A ella le da igual no tener sexo nunca con él y se lo dice porque lo quiere. -Si yo fuera su amiga tendríamos unas palabras y un gin tonic...

Ella se enfada muy fuerte porque su fantasía no es real y le culpa a él. Él no tiene la culpa de nada, el receptor de la fantasía nunca es culpable. Lou debió de escuchar a Alicia: "no se puede ayudar a nadie que no quiere ser ayudado", abandonarlo a su suerte es una forma de amar bastante más sana para ambos.



sábado, 18 de junio de 2016

El amor en los tiempos de tinder

Tinder o [inserte aquí], la app móvil de la que se trate.

Ser raro no es fácil pero es importante, requiere evadir y evitar constantemente gente que no está en sincronía con tu alma. La gente no sabe lo que es el alma ni donde está. Las personas raras sí lo saben.

Este no es un post de recapitulación de anécdotas tinderianas, es un post sobre la gente rara. Los que no usamos tinder para ligar somos la resistencia.

La gente rara sabe quién es quién en el baile de máscaras en que vivimos.

Vivo en un mundo donde enamorarse a primera vista es raro, o ridículo y provoca risitas. En el mundo del “eso no pasa”, “sólo pasa en las películas”, “tú es que vives en la luna”. “No sé qué película te han contado”.

Todo el mundo busca amor pero nadie se emociona cuando el amor te coge de la mano porque es ridículo. Hay que esperar unos meses -dice la gente normal- para saber si el amor es amor. Supongo que hay que curarlo como un queso.

He tenido la suerte(?) de haberme enamorado a primera vista a los 27. Sí, así es, vi a esta persona y me enamoré de ella y a mí no me hizo falta nada más. Fue maravilloso conocer el amor a primera vista, irónicamente ello me ha enseñado todo lo que no quiero de una relación. Nunca se pierde el tiempo con nadie, sólo se conoce a un maestro del “no”. Todo eso de que hay que conocer a alguien unos cuantos meses es el cuento, el cuento de Tinderella en el que todo el mundo vive.

La gente rara nos enamoramos de forma total, real y no virtual. ¡Qué raros somos!

La gente dice que sufre por amor porque realmente no saben por lo que sufren, ni quieren saber porque no está a un click saberlo. El que dice que sufre por amor siempre lo hace por desamor o por dependencia emocional. No se sufre por amor porque el amor no es algo por lo que luchar, el amor no es algo que conseguir después de las doce pruebas herculianas. El amor es algo que se es y que se merece. Una buena unidad de medida para saber si ese amor es sano es observar todo lo que se hace para conseguirlo. A mayor esfuerzo en su consecución mayor toxicidad.
Pero es de personas raras sufrir dependencia emocional y mencionarlo, -por eso repito con gusto-. En este presunto sufrimiento por amor la gente va de que está bien, -(pero nunca lo está)-, al día siguiente, o la semana siguiente. Es que lo tapan tan bien que cuando empiezas a ser raro, te crees que el raro eres tú por ver lo bien que se lo pasan. Qué bien tapamos y maquillamos el sufrimiento, parece que disfrutamos de comprar lo que sea, de bebérnoslo todo, de comérnoslo todo, de follárnoslo todo en un simple “click”.

La gente normal vive en el mundo de fácil click y del consumo rápido. La gente normal quiere bienestar inmediato y por eso tapan y os venderán -(o intentarán vender la moto a los que sois raros)-, de que “ya están bien” y nada más lejos. Sed raros de verdad y ved lo que hay tras esa máscara. Sólo los raros de corazón seréis capaces de ver tras la máscara.

La gente normal tapa comiendo porque el que come de más se come su vacío y su sufrimiento y ha de llenarlo con comida, pero las emociones no son un espacio físico y no se llenan comiendo. Por eso siempre necesitan más comida. El que come de menos se está matando porque sufre, ya que como dijo Osho: primero es la comida que nos da la madre y luego el amor. La comida es la primera necesidad del ser humano, el recién nacido busca antes la teta que el amor. Al no comer se reclama amor, al comer de más falta amor. En ambos casos tapamos lo que no queremos ver y ¡qué bien lo hacemos! Si me traen la comida en un click a casa y me están desafiando a que mi cintura quepa tras un DIN A 4 con otro click.

Otros lo tapan ligando y los más suertudos (?) follando. Con una, con otra, más alta, más baja, más joven, más tetas, mejor culo, más flaca y otra y otra y las que puedan y se dejen. Esta gente normal es la más desgraciada, no saben que la sexualidad y la muerte son las fuerzas motrices del mundo. El impaciente por regalar su sexo como la basura que huele mal en casa y he de echar en cualquier contenedor sin reciclarla, no es feliz. Tener sexo con personas que viven su sexualidad así enferma a hombres y mujeres y sino probad.

Otros tapan comprando: más ropa, más maquillaje, otro coche, un perfume más caro. Lo hacen por ese subidón efímero que da ir de compras, la compra de cosas que no necesitamos para impresionar a personas que no nos quieren pero nos dan likes. Llenamos con objetos lo que no podemos llenar con amor u otras emociones más difíciles de cosechar.
De todo lo que gastamos lo que a la gente normal le parece más caro es pagar por estar bien de la cabeza. Es que para eso no hay app, no hay un just eat de terapeutas o un tinder al uso. Para eso hay que esforzarse. La gente normal no quiere esforzarse, eso nunca es inmediato y por ello no mola.

Ninguna persona que deba perder 25 kilos por salud, los perderá de forma saludable en un mes. Puede hacerlo rápido y mal o lento y bien. Del mismo modo que ninguna persona que deba superar la pérdida de un amor importante lo hará en un mes. Superar de verdad el dolor lleva tiempo y esfuerzo, pero un tiempo bien invertido.

La gente rara sabe lo que cuesta superar las cosas, sabe que no es verdad que no se puede. La gente rara se preocupa por cosas muy raras como las constelaciones familiares o de dónde viene la ansiedad. Cómo se sabe si eres dependiente emocional y cómo se cura. Mientras que la gente normal sigue ligando por tinder como el que se compra otra camiseta que no necesita simplemente porque le place. La gente normal se llena de un bienestar fugaz que no llena, de ese subidón que da un nuevo pintalabios o un nuevo proyecto de coito conseguido con un siempre fácil click tinderiano. It's a match.

La gente rara sabe que el Amor no eso por más que se esfuercen los normales en encorsetarlo ahí. La gente rara sabe que lleva tiempo superar lo que de verdad importa, como que se ha muerto tu padre o que tu pareja te ha sido infiel con tu mejor amiga. Sabe que el duelo no lleva fecha de caducidad al dorso con vencimiento al año. El duelo a cada uno le dura lo que le dura. El que come, bebe, compra y folla compulsivamente no ha superado nada. La negación se pone esas tres máscaras y baila delante de la gente rara. Se reconoce a la gente rara porque puede llevar máscara, pero la máscara no le lleva. Los raros practican eso de “para sobrevivir en el nido de cobras tienes que moverte como una de ellas”.

Cuando empiezas a ser raro aún quieres ser normal, en este punto la gente normal siempre intentará que seas normal porque siendo raro estás señalando que los raros son ellos, -(¿o es al revés?)- y la gente normal no quiere ser rara ni saber de dónde viene la ansiedad que padece, por ejemplo. Al principio quieres ser presuntamente feliz como esa gente a la que parece que no le pasa nada y le pasa de todo. Como esa gente que le pasa algo pero se lo follan, se lo comen, se lo beben y se lo compran todo y aquí no pasa nada.

Cuando empiezas a ser raro es caro pagarte un terapeuta porque se ha muerto tu padre o tu pareja te maltrata, pero es tan barato pagar alcohol para seguir tapando cómo estás (de mal) y pagar caprichos a tu novio al que no le importas nada. Es tan barato y tan fácil comprarte lencería para impresionar a alguien que no sólo no te quiere si no que hace cada vez mejor que te quieras menos... Es tan barato que lo caro parece pagar por ayuda. Es de personas raras pedir ayuda profesional cuando te duele el alma, pero es de normales ir al médico a que te den las pastillas de la tercera conjugación: reír y dormir.

Cuando ya eres una persona rara veterana entiendes que vivimos en el mundo al revés, que eres un salmón en un banco de lubinas y que eso mola. Ser raro te enseña que el bienestar fácil nunca vale la pena. El placer de que no es que nadie te entienda, es que sólo lo harán unos pocos y te dará igual que lo hagan o no.

Practicar el ser raros os hará libres. Palabra de una rara que hace años salió del armario de la gente normal.




"Sólo unos pocos encuentran el camino, otros no lo reconocen cuando lo encuentran, otros ni siquiera quieren encontrarlo". -El gato de Alicia en el País de las Maravillas.

viernes, 27 de mayo de 2016

Licenciada en Despecho

Me dijeron que lo echaría de menos, que añoraría estar en la Universidad y se equivocaron por mucho.

Hoy he visto a la persona que llegó allí por primera vez hace once años y que hoy es otra muy distinta (afortunadamente), física y psíquicamente.

Quería muchas cosas de mi paso por la Universidad pero la Vida es lo que es, ni más ni menos que eso y no ha de ser lo que uno quiere.

Hoy he visto a esa chica de dieciocho años que, desde los ocho, de mayor quería ser abogada, periodista y escritora  y que entró es ese edificio para empezar por algo.

     La he visto salir corriendo pasillo abajo de su primer examen como alumna de Derecho, huía en tacones del apuesto profesor de Derecho Romano que la llamaba a gritos -¡por su nombre!-, de una clase de cien personas sabía su nombre y apellido, gritaba por el pasillo dejando a la clase sola con el examen, mientras ella buscaba una bolsa con la que poder respirar insuflando el aire dentro. He visto las escaleras, donde en su primer septiembre aquel profesor le dijo: “estoy muy decepcionado contigo Carmen, eras mi mejor alumna, leíste el examen y te fuiste, debiste intentarlo”. La he visto llorar y decirle: “no me sabía perfectamente una de las tres preguntas, no pude hacerlo, ningún buen alumno deja en blanco un examen o no sabe todas las respuestas”... “Me da igual el examen”-me respondió- “yo tengo que hacer exámenes para evaluaros. Te he escuchado y observado en clase, eras mi mejor alumna”.

Recuerdo este día como el momento liberador en que empecé a decepcionar a todo el mundo. Al principio es agobiante, luego raro, luego te aligera de cargas que no son tuyas. Cuando ya todo el mundo está decepcionado puedes Ser, ser lo que seas, ser lo que quieras. Entonces ya no llevas etiquetas, entonces ya no eres la máquina de satisfacer expectativas de nadie.

Veo a aquella chica que tuvo que hacer Programación neurolingüística para superar el pánico escénico y poder enfrentarse a los exámenes. Veo los anclajes, el sudor en las manos, temblar, el pánico. Hablar al espejo para mejorar la dicción en los exámenes orales... Todo, para no huir corriendo de ellos. Un esfuerzo que sólo entiende quien lo ha vivenciado.

La alumna brillante se apagó el primer año y al acabar el segundo tuvo un ataque de ansiedad en pleno examen oral de Derecho Internacional Público. Delante de todo el mundo la voz no salía, si salía era entrecortada y la respiración era asmática, la Doctora en Derecho Internacional no dio tregua, la Doctora que examinaba obsequió con un suspenso a la chica que salió corriendo cargada con un enorme cartapacio rosa. Esta fue la primera vez que aprendí de justicia en la Universidad. De nada valió mi media de notable en el resto de exámenes de todo el curso, el oral final estaba suspendido porque “me puse nerviosa”, -me dijo con una cínica sonrisa una persona que no me tragaba y no se esforzaba en ocultarlo-. La Ley no es justa pero es ley, el silencio por las causas que sean ante una pregunta de un examen oral es un suspenso.

Esta persona me enseñó mucho con su acto, que sin duda ni recordará, del trato que nunca hay que dar a quién esté padeciendo un ataque de ansiedad. Una enfermedad, por cierto, reconocida por la OMS.

Al acabar el segundo curso y aprobar todas menos una, estaba celebrando la victoria, volvía de la playa con una amiga. Me animé a disfrutar de una cerveza en un bar al lado de casa. De pronto, sentí la necesidad de salir del bar a tomar el aire, después; ya fuera, sentí la necesidad de sentarme. El suelo estaba muy cerca de mis ojos o eso me pareció y me pareció que me iba a caer aún sentada, volví dentro y dije: “no me encuentro muy...”

De pronto recuperé la consciencia, la peor consciencia que se puede recuperar. Mi mente estaba allí pero mi cuerpo no. No podía abrir los ojos, tenía las piernas estiradas y absolutamente agarrotadas, los brazos doblados por los codos con las manos dibujando una C invertida. La mandíbula totalmente cerrada. Intenté con todas mis fuerzas moverme y no pude. Intenté con todas mis fuerzas responder a mi amiga que lloraba y me sujetaba la cabeza y no pude. Intenté emitir un sonido pero estaba agotada y no pude. Pensé, al no poder mover mi cuerpo, que estaba padeciendo una embolia (tenía 20 años), pero que era muy joven para ello. Pensé en lo que sufrirían mis padres al verme así, deseé que no me vieran así pero no podía expresarme. La ambulancia llegó, los camareros interrogaban a mi amiga sobre si yo había consumido drogas. A Dios gracias los sanitarios que llegaron y la policía desmintieron la mayor sólo con levantarme por la fuerza los párpados y verme las pupilas. Seguía sin poder despegar los ojos, pese a los esfuerzos del personal sanitario, ni abrir la boca para hablar y lo oía todo.
Pude gruñir por fin y se me cayó una lágrima a la tercera vez que me preguntaron si les escuchaba. Nunca gruñir guturalmente me hizo tan feliz. Al cabo de unos minutos con las piernas en alto mis extremidades no respondían aun pero al fin, pude hablar sin abrir la boca. Me dijeron que no era una embolia, que era un cuadro de ansiedad. El cuadro era yo en una ambulancia, llena de cables...

La ansiedad quiso hacer carrera, a veces conmigo y otras contra mí. Bendición y condena a la vez, he aprendido tanto de ella como ella sabe de mí. No me ha vencido nunca porque soy dueña de mi ansiedad y ella no es dueña de mí. Después de tanto tiempo sé que si me ha ganado alguna vez sólo me enseña a luchar con más fuerza. Todo esto lo he aprendido trabajando mucho fuera de la universidad, la ansiedad no se va por sí sola, es algo a enfrentar.

Por supuesto estuve enamorada en la carrera y por supuesto me rompieron el corazón como a todo el mundo. Qué joven era. Por supuesto fue el fin del mundo, hasta que quiso la vida enseñarme lo que era eso de verdad.

En mi último año de Facultad (2010) mi padre enfermó de cáncer el 1 de noviembre y murió día 6 de diciembre.
En este punto dejé aparcada la carrera. Mi mundo se acabó de verdad.
El 15 de febrero de ese mismo año, estaba llevando a mi madre en coche porque llovía. Una chica me golpeó con su coche por detrás causándome un esguince cervical. Bajé como si nada, paré un taxi a mi madre para que siguiera su camino. Me senté en el asiento de atrás a guarecerme de la lluvia para llamar por teléfono a alguien que me ayudara y llamé por supuesto a mi padre al móvil, en ese instante me di cuenta de dos cosas: que mi padre estaba muerto irremediablemente y de que un policía local golpeaba la ventanilla de mi coche y yo sólo quería seguir ahí dentro sin enfrentarme a que había tenido un accidente y que no sabía qué hacer sin mi padre en mi Vida.

Mi esguince cervical y yo decidimos enfrentarnos al prácticum de la carrera. Uno de los profesores de Derecho Internacional Privado había ido poniéndome ceros en todos los trabajos no presentados. Al no asistir a clase, me dijo que yo había perdido la evaluación contínua, me dijo que al no entregar los trabajos en plazo la nota de cada uno no entregado era un cero.

Mi collarín y yo cogimos un autobús para discutir con este señor, me dijo que sólo me quedaba cambiarme al grupo de tarde y hacer el examen final anual. Me dijo que debía acudir a los servicios administrativos y solicitar esto por escrito así como comunicárselo al jefe de estudios de mi departamento. Mi collarín, mi orfandad y yo tuvimos que explicar a tres personas diferentes lo acontecido, verbalmente y por escrito.Lo hice, sólo tenía 23 años.
Los tres acabamos llorando sentados en un banco de ese pasillo que veo.
Esta es la segunda vez que aprendí justicia en la Universidad, la Ley es Ley para todo el mundo y todo el mundo, huérfano o no, es igual ante la Ley.

Este señor que me hizo pasar por este calvario emocional y burocrático, cuando al fin aprobé tuvo a bien decirme que "antes no lo había hecho porque no me había dado la gana". Este señor además de Doctor en Derecho Privado y tener un extenso y brillante currículum es padre. Este señor conmigo, no fue persona. A este señor le agradezco enseñarme el trato que jamás se ha de dar a una persona de 23 años que ha perdido a su padre en un mes.

En el prácticum la situación no fue mejor, la gente me miraba y cuchicheaban. Todos los profesores eran hombres de la edad de mi padre. Hombres vivos que daban clase como él y tenían su edad y me recordaban que él ya no explicaba anada a ningún alumono.

Todo el mundo sabía lo que me había pasado pero no eran mis amigos, no hacía el practicum con nadie con quien tuviese amistad. Es lo "duro" de acabar tarde una carrera. Muchas veces los veía irse en coche mientras yo esperaba, algunas veces bajo la lluvia y con collarín, el autobús para poder regresar a casa ya que el esguince cervical me impedía conducir.
Para los trabajos en grupo yo muchas veces estaba distraída y cuando hablaba, mis opiniones no eran tenidas en cuenta aunque no todas fueran equivocadas. Fueron tiempos duros.
Un día en plena clase del prácticum de tribunales, el profesor enfureció conmigo. Teníamos que entregar una práctica y yo me había pasado dos días haciéndola y me la había olvidado en casa. Me gritó que tenía un cero y que no se podía consentir esto. Yo me asusté y con sus gritos a causa de mi estado emocional y pedí perdón. Era la primera vez que me pasaba algo así, no creí que fuera para tanto. Yo estaba triste, yo no estaba para aguantar gritos delante de todo el mundo. Ningún compañero me apoyó, ningún compañero dijo nada al verme tragar lágrimas después del enfrentamiento verbal. 

Me tragué las lágrimas y al salir redacté un desesperado e-mail a la coordinadora del prácticum. Doctora en Derecho Civil, profesora mía de Derecho Civil cuatro años y lo más importante, persona. Le escribí con la visceralidad que caracterizaba a semejante situación, al final le pedía simplemente que me ignoraran en las clases, que no me gritaran, que yo era una más, sí, pero que mi situación era excepcional. Sólo ella y otra persona más tuvieron alguna especial consideración hacia mi situación personal. Nadie más la tuvo.

Esta es la tercera vez que aprendí justicia en la Universidad, sólo quien ha pasado por lo mismo en su vida es capaz de empatizar.

Agradezco a todas las personas que me lo hicieron todo más difícil hacerlo así, me enseñaron como no quiero ser y como no tratar a alguien que ha sufrido una pérdida. 

Tardé 3 años más en terminar la carrera. Suspenso tras suspenso, sólo quería dejarlo. En este tiempo hubo profesores que me dijeron que yo no servía para estudiar, otros que no sabía estudiar, otros que no todo el mundo podía hacer Derecho. Vi como todo el mundo llegaba a la meta y yo seguía lesionada.
No es fácil ( o posible) estudiar cuando uno se repone de un trauma así.

Nunca he aprendido tanto como cuando suspendí tantas veces, siempre se aprende desde el fracaso, siempre.

El año en que acabé, sólo me quedaban tres asignaturas. Las estudié hasta la enfermedad (literalmente) y me esforcé al máximo. Puse toda mi energía en eso. Todo mi tiempo.
En junio suspendí esas únicas tres asignaturas que me quedaban para terminar y que llevaba seis meses estudiando. Hoy he visto a esa chica llorando en el parking de la facultad con el móvil en las manos; en la pantalla, sus 3 suspensos.

Fue la cuarta vez que aprendí justicia en la Universidad, a los exámenes no les importa cuanto te hayas esforzado. A los profesores de Universidad no les importa cuánto hayas estudiado, lo que te has gastado en tus estudios, que casi has enfermado de úlcera de estómago, o que se te haya muerto tu padre. Los exámenes son para todo el mundo como la Ley.

Harta, me limité sólo a leer los apuntes para los exámenes de septiembre, ya que de todos modos, me iba a vivir a Londres y la carrera había pasado de sueño a pesadilla. Si no aprobaba me iba igualmente y que acabara mi carrera Rita la cantaora.

En esa convocatoria de junio aprobé los 3 y con nota. Fue la última vez que aprendí justicia en la Universidad. Arbitrariamente había aprobado, objetivamente no lo merecía por lo poco que había estudiado, subjetivamente sí. La justicia para ser justa, nunca puede ser subjetiva.


Acabé tan harta y hastiada de todo lo relacionado con la carrera que hasta hoy no he ido a recoger mi Título. No sé si alguien ha sufrido tanto por una cartulina muy cara alguna vez. Parece tan ridículo todo años más tarde...

Al terminar la carrera no me brindé una graduación, ni una fiesta, ni un verano Estrella Damm... No podía celebrarlo sin mi padre, no espero que nadie me entienda, como si de verdad se hubiera muerto para siempre y yo con él. Acabé con pena y sin gloria. Yo no celebré y nadie me celebró.

Ahora tengo el tiempo y el dinero, hoy tengo una cartulina muy cara. Este verano celebro mi Licenciatura. El martes es su cumpleaños y yo me voy a la playa a celebrarlo, le voy a enseñar mi cartulina, a él le habría gustado.

Cuando desencarnas nadie te pide tus cartulinas ni tu posición bancaria. Te preguntan qué has aprendido, qué emociones has vivido. Eso tampoco lo aprendí en la Facultad de Derecho.






"No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta cuánto has cambiado tú”. - Nelson Mandela

sábado, 21 de mayo de 2016

Auschwitz

             A los ocho años mi padre me regaló el libro el diario de Ana Frank. Desde la portada me sonreía una niña que me pareció de mi edad, tenía el pelo grueso y parecía difícil de peinar -lo que compadecí enseguida pensando en si ella también tenía una niñera que le daba tirones sin querer al peinarla para ir a la escuela-. Me miraba con los brazos apoyados en una mesa de escritorio mientras sostenía una pluma. Era una niña a la que le gustaba escribir como a mí, -pensé- me cayó bien de inmediato. Asocié la imagen al título; ella era Ana Frank, parecía que tenía mi edad y ya había publicado su primer (?) libro. Me parecía muy interesante escribir un diario, lamenté que no se me hubiera ocurrido antes a mí. Desde ese día lo hice. Como niña con ínfulas de escritora sentí la mordedura de la envidia y pensé en qué podría enseñarme su publicación para inspirarme.
Di la vuelta al libro rápidamente para leer la contraportada, junto a su nombre había dos fechas. Se me hizo un nudo en la garganta. Conté con los dedos -aun lo hago- su edad. Perdí a mi abuelo a los 5 años, vi las dos fechas junto a su nombre en una lápida, entendí muy bien que esa niña estaba muerta como mi abuelo y que parecía de mi edad pero no, murió a los quince, sólo tenía 15 años al morir, fue entonces cuando supe que era mayor que yo.
A continuación se explicaba en lenguaje adulto quién era esta niña y cómo murió. Fue la primera vez que leí: “campo de concentración”, “judío”, “cámara de gas”, “Bergen-Belsen”, "Auschwitz".
Desde ese momento crecieron mis ansias de conocer sobre el holocausto. He leído no pocos libros sobre el tema, visto documentales, incontables películas, devorado fotografías. Cada cosa que aprendía era más horrible que la anterior. “Maus” hizo mella en mí a los dieciséis, a solas el cómic y yo... Lloré y nunca me gustaron los cómics. “Shindler's list”, “la vida es bella”, “El pianista” me hizo llorar y aprender a partes iguales...



Sabía que la experiencia era dura, pero como visceral atraída por la literatura dramática fui. Viajé allí como la niña de ocho años que leyó por primera vez algo sobre el holocausto y aprendió esa palabra también.



           Al llegar me recorrió un escalofrío, pero hacía frío y no le quise dar importancia. Ante mí el cartel de las películas. No entendí a dos jóvenes de mi edad que se hicieron un selfie sonriendo junto al cartel: “arbeit macht frei” que como es sabido significa: el trabajo os hará libres. En otro tiempo les habría increpado y humillado por semejante comportamiento hoy solamente digo y opino -sin ser mi opinión la más válida en ningún punto- que Auschwitz no es un lugar para hacerse selfies o para posar sonriendo haciéndose fotos. Es hoy un museo de barbarie, tortura, dolor, sufrimiento y muerte. Me apenan aquellos que no tienen conciencia de su aquí y ahora, de no saber dónde están. Me quedo con el hecho de que sólo lo hicieron una vez a diferencia de dos señoras de mediana edad que posaban; del brazo, juntas y por separado demandando fotos al grupo y sonriendo en las mismas. Reconozco la superioridad moral que sentí al no caer en semejante bajeza ni hacerlas partícipes de lo que pensaba de ellas. Y sé que está mal, pero Auschwitz no es un posado del HOLA.



Cambiando de tema, la guía nos explicó que visitaríamos Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau II. Caminamos por Auschwitz (I) y algo tan sencillo como caminar por allí fue solemne para mí. Visitamos los barracones y las celdas de castigo, las celda de hambre, las celdas de estar de pie y las de oscuridad. Al salir de ahí sentí picor en la comisura del labio, en el lado derecho, quise pensar que era un mosquito. Sentí quemazón en el centro del pecho, quise creer que tenía alergia. Me picaba toda la piel.

Cambiamos de barracón y se nos advirtió que sólo había un sitio donde no podíamos hacer fotos.



Vimos una sala con gafas, las gafas de todos aquellos asesinados que las llevaban y sólo quedó eso de ellos en el mundo. Yo llevo gafas, mis padres y abuelos siempre han llevado gafas, empaticé con el hecho de que eso fuera lo único que le quedara a alguien para recordar a un ser querido.

Después, había maletas vacías con nombres y apellidos o con la dirección de casa, como hacemos todos cuando nos vamos de viaje. Les engañaron a todos, les dijeron que iban a trabajar en el campo. Al llegar, los menos afortunados iban directos a la “desinfección”, a recordar un número dónde habían colgado sus cosas, como hacemos todos con la taquilla cuando nos duchamos fuera de casa. Y sólo cuando se veían tantos dentro de la cámara de gas debían entender que iban a ser asesinados.
Después los quemaban de a tres en los hornos crematorios colindantes y después arrojaban sus cenizas al río para exterminar su existencia física en este mundo.
Vi cuantiosa ropa de niños pequeños y bebés. Vi prótesis y muletas, todos aquellos con taras físicas eran los primeros en ser gaseados, sus prótesis iban a ser enviadas a hospitales alemanes. Había corsés y piernas protésicas infantiles. Con el corazón encogido llegamos a ese sitio donde no podíamos hacer fotos. Vi una sala de unos 30 metros de largo llena de cabello humano desde el suelo hasta el techo, al detalle, distinguí perfectamente unas trencitas rubias como las de mi hermana cuando era pequeña, había pelo de niños. Un 20% de los asesinados allí eran niños y jóvenes. Estaba allí el pelo que les cortaban al llegar, casi todo el grupo se emocionó en este punto.
El pelo de los judíos era aprovechado para hacer relleno de colchones para los nazis y para poner pelo en el cuello y puños de los uniformes militares.


Al salir de ahí mi presunta picadura de mosquito en la comisura del labio era un herpes en forma de constelación. No creo en las casualidades, sí creo en la biodescodificación y el origen emocional de la enfermedad.

Al salir vimos a tres rabinos, llevaban orgullosos la bandera de Israel a modo de capa, un kipá y se les veía sonrientes. Me imaginé perfectamente a la pequeña Carmen de ocho años abrazando a uno de ellos, era de lo único que sentía ganas en ese momento. Porque sí. Les oímos cantar, me alegró el corazón que su pueblo aún pueda cantar, no siento sino un profundo respeto por ellos y por todas las víctimas y supervivientes.


Vimos desde fuera el hospital donde el Dr. Mengele hacía sus experimentos. El lugar donde fusilaban a los judíos condenados a muerte y otros presos políticos.
Vi el único crematorio que se conserva en pie y las cámaras de gas, entré en posición gasho en señal de respeto, vi los arañazos de los allí asesinados en la pared donde impuse las manos, no todos los días uno puede tocar la historia con las manos.
Por respeto todos guardamos el debido silencio y la solemnidad que requería estar contemplando ese lugar donde fueron asesinadas tantas personas inocentes que espero puedan descansar en paz.



Por último, tomamos el bus lanzadera hasta Auschwitz II, al llegar allí no podía ver el final del campo por lo grande que era. Esto me llevó al atroz pensamiento de que todo eso estaba lleno de gente esperando a morir o ser asesinada. Vi uno de los vagones originales en los que llegaban desde otras partes, algunos para ser gaseados tras siete días de pasar hambre en un vagón con cadáveres y restos biológicos humanos. Vi las ruinas de los crematorios que trataron de volar los nazis al acabar la guerra. Y los barracones, ya no había ni literas, eran tablas de madera y frío suelo enfangado en el que dormir a temperaturas de veinte grados bajo cero en invierno. Había en aquella época, piojos, ratas, insectos varios y la mayoría morían de tifus, de inanición o de frío antes de ser gaseados. Auschwitz II era, si cabe, aún peor.


Esperaba ver cosas muy duras de las que sólo había leído e intuído cosas., esperaba sobrecogerme. No esperaba sorprenderme como sucedió. Hace 48 horas que visité Auschwitz y sólo tengo en mi mente las cosas atroces que vi. Nada de lo que había leído y escuchado se podía comparar con el infierno que vi y pude imaginar in situ.







































































Sabemos de dónde venimos: los recuerdos del mundo exterior pueblan nuestros sueños y nuestra vigilia, nos damos cuenta con estupor de que no hemos olvidado nada, cada recuerdo evocado surge ante nosotros dolorosamente nítido. Pero a dónde vamos no lo sabemos.

Para escribir este libro he usado el lenguaje mesurado y sobrio del testigo, no el lamentoso lenguaje de la víctima ni el iracundo lenguaje del vengador: pensé que mi palabra resultaría tanto más creíble cuanto más objetiva y menos apasionada fuese; sólo así el testigo en un juicio cumple su función, que es la de preparar el terrero para el juez. Los jueces sois vosotros.

Primo Lévy.