jueves, 29 de noviembre de 2012

La niña que no soñaba con el bricolaje

      Alguien me dijo hace poco, con motivo del nuevo aire que le estoy dando a mi habitación, algo que me resultó muy bonito; tu habitación es tu casa y tu casa es el reflejo de tu alma, renovar tu habitación; tirar lo viejo dejar lugar a lo nuevo, reformar lo estropeado y darle una utilidad práctica es renovar tu alma, purificarla. La verdad es que la metáfora me gusta por profunda y filosófica y pese a que suelo practicar este tipo de friki-reflexiones en solitario ésta no se me había ocurrido.

     Todo empezó con un sueño; Londres, lugar en el mundo en el que espero y deseo poder vivir algún día, a ser posible pronto, sé que ese es mi sitio en el mundo y me importa bien poco si suena cursi, lo siento así. Me enamoré de un cuadro-foto de dicha ciudad -(y siempre es mejor así, que enamorarse de un cachorro abandonado o del Don Juan de turno)- el cuadro, que objetivamente no es especial ni muy original como sinónimo de nunca visto, -(qué curioso, con las personas al enamorarnos a veces pasa lo mismo, objetivamente todas las personas son iguales pero lo que nos hacen sentir es único, original, especial e irrepetible) -me encantó. Mi sueño ahora tiene un espacio físico en mi vida, tiene un sitio privilegiado en mi pared.

En este momento de cambios y reformas en la alcoba de Julieta me he encontrado con algunas dificultades, a saber; jamás había pintado una habitación, colgado un cuadro, ni una estantería ni un espejo, por decirlo asépticamente. Esas cosas las hacía un pintor al que no he querido pagar y por supuesto, papá.

    Cuando yo era niña y jugando a las cocinitas soñaba cosas tan normales en una niña como; mi boda, mi vestido de novia, ser periodista de éxito como April O'Neil -pero sin botines blancos, gracias,( luego vino la abogacía, en tercero de EGB)-. Soñaba también con tener un novio fuerte y guapo que se ocupara de estas cosas, alguien como Eric el príncipe de la sirenita (pienso que es el príncipe Disney más buenorro de todos; moreno ojos claros, no digo más). Y mientras tanto, yo por supuesto llevaría unos altos tacones, más altos que los de mamá, una bonita sonrisa, un magnífico collar de perlas y prepararía limonada para mi afaenado amorcito, seríamos todo sonrisas al mirarnos... Lo de la limonada radica en sonrisas y lágrimas. La limonada que beben es rosa o color coral y captó mi atención, además me pareció muy seductora la forma en que la baronesa Schröder ofreció limonada al capitán von Trapp, supongo que puedo datar y justificar por ahí mi sueño infantil.
     Otro pensamiento de la infancia era -como el de todas las niñas- que mi padre era un súper- héroe, así que si ningún chico era de mi gusto para ser mi novio modus Jazmín de Aladdín-chulita-rechaza-pretendientes, mi padre siempre, siempre, siempre y para siempre estaría ahí para montarme una estantería, una lámpara, un armario...

      Pero la vida es eso que pasa mientras haces planes y la vida ha tenido otros planes distintos a mis sueños infantiles de limonada para novio -(no sé hacer limonada ni tener novio como los que se ofertan hoy)- y padre eterno de seguros catalana occidente que lo arregla todo, todo y todo... Mi padre y yo solíamos interpretar ese anuncio, era una de esas tonterías padre e hija que son especiales...

          El tema es que he contado con la inmesurable ayuda de mi hermana y mi mejor amiga sin las cuales nada de esto habría sido posible, para jugar a “la hora de la herramienta” y aprender a hacer todas esas cosas que si tienes suerte, hace un novio y si tienes mucha más, hace un padre.

Sensaciones.
Es estimulante aprender cosas nuevas, fomenta la autodependencia que tanto necesita una mujer que ama demasiado para rehabilitarse y cualquier otra persona que quiera crecer como tal. La autodependencia es sana para todo el mundo. Pero obviamente me dan pena los motivos que me han impulsado a este aprendizaje, aunque haya sido desde luego, positivo.
Me he reído mucho tratando de colocar una estantería entre tres y darnos un ataque de risa, me he desesperado porque en un primer momento parecía que no iba a terminar nunca, he sentido impotencia por la falta de uniformidad del color que se fue instaurando milagrosamente a las pocas horas, he llorado en cuclillas los pocos momentos que he estado a solas con este proyecto por: “ese agujero para colgar el espejo lo hizo papá...”, “aquí está la marca de la estantería que se cayó porque me la montó mal, casi me abre la cabeza...”, “he manchado el techo blanco de fucsia y las esquinas no me han quedado muy bien pero seguro que él me habría dicho que estaba perfecto...”, “nunca podrá ver todo lo que he aprendido a hacer ni cómo ha quedado”...

Aún a riesgo de parecer una maruja -y para no deprimirme más que la venta inmobiliaria- contaré que también he renovado cortinas y ropa de cama que rima con drama -disculpad el tono de humor, ironía y frivolidad, obviamente son mis defensas para hablar de algo doloroso-. Cómo decía de las cortinas, las viejas me las compró mi padre, fuimos juntos, lo recuerdo perfectamente creo que me encapriché de unas de las cortinas más indecorosamente caras de El Corte Inglés, pero mi padre era como Guido (la vida es bella) y no me refiero a ir sonriendo hacia su propia muerte, cosa que también hizo. Sino a que era un hombre que podía hacerme creer cualquier cosa y me consentía todo, yo era la niña de sus ojos y lo sabía. He tenido mucha suerte de tener un padre que entre infinitas cosas, me regaló unas cortinas-caras-de-niña-consentida y su ropita de cama a juego. Él dijo que era por mis buenas notas pero yo nunca fui mala estudiante hasta la Facultad, lo hizo porque quiso...
Siempre que me llevaba de compras me decía “y no pidas más ¿eh?” pero daba igual que dijera eso. Recuerdo que poco después me compró bastante ropa que valía un dinero “por haber aprobado el curso e inglés, te lo mereces”- me dijo... Yo creo que si le hubiera dicho que me gustaba la osa menor como iluminación en mi cuarto hubiera preguntado su precio a la NASA. No es amor de hija, cualquiera que le haya conocido sabe que él era así. Así que cuando he ido a comprar cortinas y ropa de cama he llorado, me da igual si al verme alguien ha pensado que soy la loca de los gatos de los simpson porque los gatos me dan alergia... Tengo un máster en llorar en la tranquilidad de mi coche en un parking público o en el mío, cosas del duelo supongo y los duelos es mejor llorarlos o esa es mi opinión.
 
Recuerdos lacerantes.
Los muebles de mi habitación que fuimos a comprar juntos “de lo único que has de preocuparte es de que te gusten”-decía .La maleta de viaje que me compró para mi primer viaje de estudios de 4º de ESO, las bufandas de macramé que me hacía, una armónica que nunca he sabido tocar y que me regaló las navidades del 92 cuando murió mi abuelo paterno, libros, montones de libros...Le he dado un sitio de honor a la saga Harry Potter.

Torradita emotiva.
Cuando iba a 1º de ESO fui a ver la primera película con una amiga del colegio, no había leído ninguno de los libros pero quedé muy impresionada. Mientras mi padre nos preparaba la cena con su horrible delantal con trabalenguas “un tigre, dos tigres, tres trigues” incluído, yo no cesaba en hablarle de Harry, de Hermione y de Ron y de muggles que mi padre pronunciaba mugles para hacerme rabiar, le dije que teníamos que ir a la librería a preguntar si estaban los libros.
La tarde del día siguiente, al volver del colegio a las 5 y media sobre la mesa de mi escritorio, sin envoltorio pero adornados con un bonito lazo de raso turquesa estaban los 4 libros de Harry Potter, -(los otros aun no estaban a la venta)-. Así era mi padre cariñoso, detallista, buen cocinero...
Lo cotidiano es lo más doloroso para mí, no necesito días especiales para sentir dolor especial, la gente que lo ha experimentado supongo que lo comprenderá... Tal vez ahora alguien comprenda más y mejor porque el frikismo potteriano significa tanto para mí... Para el Señor de los anillos no hay excusa, salvo que soy friki y punto.

Tal vez si es verdad que la habitación sea el reflejo del alma de uno mismo después de todo.

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