Hace poco cuando volvía a casa vi a
una pareja cenando por el barrio, en una hamburguesería muy cercana
a donde vivo.
Había algo en ellos que me recordó a
aquel antiguo nosotros. Se veía que eran muy amigos, hacían manitas
y conversaban animadamente, ella llevaba gafas y flequillo él era
bajito.
Nosotros solíamos hacer esas cosas,
como todo el mundo porque al final tener pareja es poco original,
aunque muy bonito -si es para estar mejor-.
Esta cotidiana imagen me hizo pensar
algo profundo, algo que me ha costado casi cinco años comprender. La
Vida tiene extrañas y muy diversas formas de demostrarnos nuestro
camino, el mío no era quedarme haciendo manitas con él en una
hamburguesería cercana al barrio...
Poco antes de morir su madre, rompí
literalmante la carta de admisión de la Universidad de Oviedo porque
yo sentía que mi sitio era y estaba aquí con él y me quedé, él
me necesitaba y mi vida podía esperar, yo sentía que todo era en
plural, que era nuestro, yo quería nuestra vida juntos y que los
dos, nosotros, nos fuéramos juntos cuando él estuviera bien, como siempre quisimos los dos. Quería
ser como siempre los dos mientras todo cambiaba, incluso cuando la
muerte ya cambiaba cosas... Hice caso omiso de esa señal que me
indicaba que me admitían en otro sitio desconocido, a esa señal que
me decía; “sí, allí hay una nueva vida que si quieres puedes
vivir”.
Cuando murió su madre, él decidió
prescindir de mí y buscarse inmediatamente una novia de sustitución
-cosas que pasan-. Yo decidí darme a la bebida, a salir por las
noches y a la comida. Aún estaba conociendo el dolor, aun me quedaba mucho que aprender.
Lo perdí todo, perdí todo lo que
conocía, incluso a mí misma. A su familia y nuestros amigos desde hacía
muchos años, desde toda mi juventud. Fui más que generosa en esa
divorcio. En todas las rupturas se pierde, y el que quiere más
siempre pierde más.-Mi humilde opinión-.
Entonces pasaron dos dolorosos años en
los que sentía que mi vida ya no sería la misma y que nunca más
sería feliz, que todo aquello no podía ser. Me quedé en el
muelle de San Blas esperando a que él recordara quiénes éramos
nosotros. Esperé a que él recordara nuestra historia porque la
historia pesa -mientras él estaba con la otra claro-. No aceptaba que él ya no sabía quien era yo y que
poco le importaba el camino de destrucción personal que yo había
elegido libremente -(aunque con muy fuertes condicionantes)- cada uno elige como gestionar su dolor, es peligroso enfrascarse en ser la víctima, aunque, si bien es respetable. Por difícil que fuera mi situación, pude hacerlo de otro modo y no lo hice, es importante aprender que somos los principales responsables de nuestro sufrimiento porque el dolor es inevitable pero el sufrimiento auto-infligido es absolutamente opcional. -Mi humilde opinión-. De nuevo
ignoré las señales que me demostraban que aquí sólo había
pérdida y dolor, lo ignoré todo porque estaba muy ocupada
esperándole. Siempre creí que él volvería, tan poco me quería a mí misma que iba a esperarle siempre...
-En esa época si buscabas "negación" en el diccionario aparecía mi
foto junto al sustantivo...
Entonces, dos años después de
ocurrirme el que yo consideraba el peor trauma de mi vida que fue
hasta esa fecha que después de siete años alguien me mandara a hacer
puñetas y se fuera con otra en mi cara y perder a todos nuestros
amigos y su familia a la que yo quería como propia; mi padre murió
de cáncer en un mes. No me atrevo a escribir que esto ha sido de
verdad lo peor que me ha pasado en la vida porque he aprendido que la Vida misma te sorprende y siempre puede pasar algo peor -o mejor-.
Sólo puedo decir que al morir mi padre me quedó todavía más claro
qué eran la pérdida, el dolor y sus matices. Entonces me digné a
escuchar esa señal que me mostraba que aquí sólo había pérdida y
dolor, esa voz que me decía “vete y vive, la vida no espera por
nadie ni por el amor, ni por nadie”. ¿Pero cómo iba a dejar a mi
madre y a mi hermana solas? Tampoco había terminado la carrera, me
quedé aquí sabiendo que debía irme... Me quedé por comodidad y
cobardía, por generosidad y por amor. Puse música clásica y dejé
mi vida en espera. Yo sentía que aun tenía cosas que hacer aquí.
Me quedé, pero me iba a quedar manteniéndome muy atenta a todo lo
que la vida quisiera mostrarme.
Desde ese momento de clarividencia al
morir mi padre todo lo negativo y positivo que me ha ocurrido me ha
demostrado que debo volar lejos de aquí.
Puede sonar estúpido o parecerlo, pero
esa pareja, esa regresión a ese pasado al que yo me he aferrado no
pocos años y que tanto sufrimiento me ha causado. Eso, me ha
demostrado que mi destino no era aquel que yo tanto anhelaba. ¡Qué rabia me daba la gente
positiva que me decía: “eso es que la vida te depara algo mejor,
no te resistas y fluye con el presente”! Pienso que lo mejor de haber vivido en el
muelle de San Blas es haberlo dejado y haber aprendido algo de esa
experiencia y creo que lo he hecho.
Al verlos me trasladé al pasado,
habría seguido todo igual. Seríamos nosotros comiendo la
hamburguesa con patatas de siempre, entre su barrio y el mío. Con
nuestras familias a veces, todos juntos. Siempre juntos sin volar. Con los amigos de siempre,
yo seguiría fumando y sin hacer deporte. Mantendría esas relaciones
de amistad que no me llenaban de verdad. Nunca me habría ido sola a
vivir al extranjero, pero con él seguro...
Esa pareja estaba allí cenando una
hamburguesa para demostrarme lo que la Vida ya me dijo hace casi
cinco años. “Este no es tu sitio: sal, vive, vuela libre”.
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