domingo, 12 de mayo de 2013

Protege la sinceridad está en peligro de extinción

La madre de Tambor en la película Disney “Bambi”, le dijo a éste una frase que constantemente me repetía mi padre y que marcó mi infancia profundamente: “si vas a ofender al hablar es mejor callar”.



Durante toda mi infancia hice caso a pies juntillas a esta frase porque como para casi todas las niñas y especialmente por mi lugar en la familia, al ser la primogénita, mi padre era el hombre más sabio y más listo del mundo, en resumen tenía razón en todo. Ahora le preguntaría: "¿seguro papá? ¿quién puede callar tanto?"



       En primer lugar, una de las cosas más incómodas a las que me he enfrentado hace poco es a recordarle a alguien qué papel tiene en mi vida. No todo el mundo es amigo de uno; hay amigos de amigos, hay conocidos... Esta realidad que clama por evidente, por lo que he comprobado ofende mucho a la gente cuando se la dices, no lo considero un menosprecio sino una descripción; una cosa son amigos y la otra conocidos. No están reñidos los conocidos con el respeto y el aprecio mutuos pero no son amigos porque como todos sabemos amigos hay muy pocos en la vida. Para mí un conocido no entraña obligaciones sociales protocolarias y tampoco es quién para pedirme explicaciones, ni por supuesto, -aunque no se me ocurriría en la vida-, pedírselas yo.



Dicho esto, llevo bastante tiempo buscando el equilibrio entre la sinceridad y conservar una amistad y la verdad es que no lo encuentro, pero dicen que existe -(como los novios buenos)-. Me quiero esforzar en desmontar el refrán “quién dice las verdades pierde las amistades” pero para ello, además de adeptos me faltan argumentos.



Existe una delgada línea entre ser sincer@ y ser maleducad@, se trata de una frontera muy fácil de cruzar, demasiado sutil. Puesto que conmigo hay no pocas amistades que han cruzado esta línea en no pocas ocasiones, supongo que yo también lo habré hecho porque me equivoco constantemente, pese a que la educación y el respeto no deberían perderse nunca. Recuerdo a bote pronto, el caso concreto de una amiga que me dijo en mi cara justo al año después de romper una relación de siete años: “necesito vacaciones de ti porque siempre estás mal y me agotas” yo en primer lugar valoré su llamada “sinceridad” para ella y llamada mala educación para mí, porque considero una virtud ser sincero y luego, le di vacaciones a perpetuidad como es obvio...



Desde hace más de un año y últimamente lo veo más, vengo observando algo que no quería creer ni practicar, no se puede ser sincero con todo el mundo. O tal vez se puede con el consiguiente riesgo de quedarte con la única compañía de tu sinceridad y, si bien no es que eso sea poco, creo que no basta, porque la amistad es algo que da color a la vida.



A todo el mundo le gusta escuchar verdades que le son favorables pero ¿y las que no? Eso no gusta porque son las estigmatizadas criticas.



Suele ocurrirme con frecuencia que debido a mi personalidad decidida cuando ha habido que decirle a alguien algo que no iba a ser de su gusto (me refiero a una persona de un grupo de amigos) y que por tanto, no era fácil de decir porque había que tener la típica charla incómoda, la mayoría me han empujado a mí a hacerlo. Siendo de esta forma siempre yo “la mala de la película” mientras que los demás opinando y diciendo lo mismo, resultó que les gustaban las habladurías como a mí las caricias, por la espalda. Así que l@s fals@s quedaron impunes y les brotó una aureola sobre sus falsas cabezas de buen@s amig@s, me ha pasado toda la vida... Convengamos que tampoco hace falta que me empujen mucho a decirle a alguien -(con quién tengo amistad obvio)- que “le están pintando pajaritos en el aire” o algo similar... No hace falta que nadie me insista en ello porque procuro ser clara y sincera con la gente a la que quiero. Son rasgos de mi personalidad que entre mis millones de defectos considero virtudes y espero recibir también claridad y sinceridad, que puede gustar más o menos, pero actúo conforme a lo que creo porque de todos modos los demás siempre van a criticar. Y las peores criticas que soporto son las que me hago a mí misma.En serio, los que creen que soy dura con los demás, no sabéis lo que hago conmigo...



La desagradable lección que he aprendido es que si quieres conservar amistades has de callarte, tengo intención de abandonar Mallorca pronto y por lo que me queda de estar en el convento, callaré dentro. Como me dijo ayer una antigua compañera de Bachiller, a veces hay que sacar a Maquiavelo a pasear... 

La mayoría opina que con el silencio se guarda más respeto y se hace un bien mayor. Pero yo cada vez que callo me estoy dando una patada en todos mis principios porque pienso justo lo contrario; si tienes un verdadero sentimiento de amistad con alguien y ese alguien está enloqueciendo con un tema -vamos, que se le está yendo de las manos como prendas a euro en un mercadillo- y además está poniendo en riesgo su integridad física o psíquica, -(me ha pasado y me está pasando con amig@s)- ¿realmente hago un favor callando y observando desde la grada? ¿De verdad debo -éticamente- callarme? ¿en serio estoy siendo mejor persona y mejor amiga de alguien por hacer la esfinge?



Si hablo, al menos estoy en paz conmigo que no es poco, no me quedé impertérrita mientras él o ella: enloquecía por un amor, se obsesionaba con alguien con el cual sólo ha compartido tres coitos, se daba a la bebida, se daba a la droga, tenía un novio o novia maltratador, se quería creer una relación de mentira, estaba en una espiral de vida autodestructiva y/o depresiva... (Escriba aquí el motivo que sea). Luego en este mismo sentido, si callo siento que estoy siendo cómplice y participando de la enajenación colectiva o individual.



Considero también que si en el pasado fui buena -(o única incluso)- candidata para participar de los sinsabores de la vida de mis amistades y para realizar rescates a cualquier hora del día o de la noche; tengo derecho, por salud mental, a opinar sobre si el amigo o amiga en cuestión va en la misma dirección errada que otras veces. Y si no consideran mis amig@s que puedo opinar y pretenden hacer monólogos en mi presencia que avisen y me pido una copa para amenizar el trago...

Como decía una persona de cuyo nombre no quiero acordarme; “desde el cariño y el respeto”, no me lo contéis si no queréis mi opinión o avisadme de que se trata de un monólogo, de nada.

Por mi parte, aunque me lo quieran volver a contar y me lo cuenten, ya he aprendido la lección de no escuchar hasta las 3 de la madrugada, por ejemplo, a quién sólo me parasita y que cuando le digo; “que no, que no vas bien, que otra vez vas contra la pared” resulta que, “le estoy faltando al respeto” porque yo digo las cosas muy mal. (Normalmente ocurre que no es que yo, o quién sea, diga las cosas mal, es que no nos gusta lo que nos dicen, a mí me ha pasado con gente que me ha dicho lo que no quería escuchar). A esa gente a la que “le digo las cosas mal” (y que como sabemos lo que ocurre es que no les gusta el contenido) la dejaré con su “enajenación”, no puedo hacer más ni quiero.

Para terminar, la gente llama sinceridad a aquello que sí quieren escuchar, pero respecto a lo que no quieren, lo llaman "falta de respeto" a sus sentimientos.



Yo lo llamo hipocresía; respeto más una verdad mal dicha que una mentira muy bien maquillada con regalarme los oídos o callar. Quién me dice la verdad (aunque sea mal dicha) está siendo auténtico, es en principio honesto y lo hace -normalmente- con su mejor intención, (aunque no siempre acierte) pero eso me permite ver aunque me reviente lo que me diga, que no le doy igual, que no se queda como una esfinge con los ojos vacíos ante lo que comparto. Sin embargo, quién calla o me miente -en mi discutible opinión- no respeta en absoluto mis sentimientos, interpreta un papel para ganarse mi lealtad, mi amistad y mi afecto falsamente y yo no concibo nada más irrespetuoso para con mis sentimientos que darme la callada por respuesta ni que escuchar lo que quiero que me digan y no lo que piensan quiénes me quieren.



La conclusión a la que he llegado entre el “hablar ahora o callar para siempre” con las amistades es simple, pero conclusión no significa que sepa al 100 % como gestionar esto. Ya no soy la misma persona que hace año y medio y por lo tanto ni me sirven, ni me llenan las mismas cosas. Significa que cada vez tengo menos en común con la gente de mi pasado. He cambiado en mi relación conmigo misma. Afortunadamente ahora me respeto por lo que es tiempo de cambios externos como los internos que llevo haciendo en este tiempo. Es tiempo de reciclar amistades o decir “adiós amig@, tal vez en otro momento volvamos a vernos” pero lo que no voy a hacer es volver atrás, a mi “yo” anterior, porque aunque quisiera -y no es el caso-, no puedo, puesto que afortunadamente para mí, no soy la misma persona y tengo más paz de la que he tenido en mi vida.

1 comentarios:

Unknown dijo...

No puedo creer lo que estoy leyendo, de verdad parece como si estuvieras describiendo un resumen de mi propia vida. Me ha encantado lo que has escrito, a mi la gente no para de decirme que no sea tan sincera, que sea más mala y que piense más en mi. Y yo siempre les respondo lo mismo, no es que yo tenga que cambiar, sino que la sociedad entera debería cambiar, y ser mejores. La sinceridad como dices, lo único que ha hecho es quitarme amistades, es triste que no le puedas ser 100% sincera a alguien, pero he llegado a la conclusión de que la sociedad no está preparada para eso, no están preparados para la verdad, por que la verdad duele.
De todos modos, he aprendido con mucho esfuerzo a decir "mentiras piadosas" del tipo: me gusta tu vestido, está riquísima la comida...

Sigue escribiendo. Un beso!

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