miércoles, 16 de enero de 2013

Mi clásico de cine

Conozco bien la película; no hace tanto tiempo desde la última vez que la rodé. Conozco el reparto, a mi "amado" actor principal... He oído hablar de esta nueva actriz revelación, sé lo que hará con ella, lo sé y lo veo con una mezcla de compasión y celos... Celos por no ser yo ¿pero quiero ser yo realmente?
 Conozco los decorados y siguen sin gustarme pero son familiares... Conozco el guión, el principio, el nudo y el desenlace fatal. Conozco cómo y cuánto duele...





La asistenta, Petrusca, me habló en el camerino, mientras me empolvaba la nariz.



-Olvídalo, deja los barbitúricos, deja de beber y fumar, deja a ese pobre diablo, no puedes volver a estos rodajes..

-¡Soy la diva Petrusca!, ¡la actriz principal!, bebo para calmar mis nervios, esa chiquilla no sabe nada del mundo... Tan pronto la posea él se cansará de ella... A mí no me importa esperarle.

-¿¡La actriz principal!? Yo sólo veo una estrella apagarse, sólo veo a una mujer atormentada consumiéndose entre bambalinas a la espera de un milagro... ¡Por el amor de Dios! Él es un casanova y tú lo sabes...

-Puedo despedirte tan pronto cómo me plazca, no lo olvides, Petrusca, tráeme otro brandy y ¡ah! No olvides pasar por su camerino y decirme si está con ella, quiero saber si la llevará a su hotel...

-Rita, ya sabes que está con ella... Encargó Moët Chandon, la docena de rosas blancas habitual y fresas.

-Bien, entonces ya queda menos... ¿Recuerdas cuándo lo encargó para mí...? Yo fui feliz, fui feliz en el pasado... ¡Cierra la puerta!, déjame sola. ¡Qué nadie me moleste!

-Rita, ház tus maletas, vé a Hollywood. Puedes dirigir e interpretar, conquístalos. No le esperes más, si no es ella será otra, nunca acabará, nunca será tu marido.

-No puedo irme sin él, no estoy casada... ¿Qué diría la gente? Ya sabes lo que piensan de una mujer soltera como yo y sola... ¡Y en Hollywood! No puedo producir y dirigir sin ser la esposa de nadie. Eso es cosa de hombres...

-A veces no hay que ser un hombre para labrarse la suerte de una, Rita, ¡se trata de tener pelotas! No de ser varón y te sobran agallas, por favor, excepto el pobre diablo que hace lo que quiere contigo, todos te toman en consideración y te respetan... Todos te admiran y valoran tu talento, él no lo admira porque no puede ver. Eres más grande que él y él lo sabe y te teme, no puedes empequeñecer por él...

-Estoy demasiado borracha para seguir esta conversación, ¡traéme otro brandy ahora!

-Claro Rita, llórale y bebe, sigue lanzando bocanadas de humo al espejo porque a él le pareces muy sexy al hacer eso, luego vuelve a tomar otra copa... Pero eso no hará que él te ame, ni que salga de su camerino dónde se divertirá con todas las jóvenes actrices de esta ciudad ante tus tristes y ebrios ojos que lloran por un hombre que no vale lo que el tabaco que fumas... Tu destino no es acabar entre alcohol y barbitúricos como la ambición rubia, él no es tu gran amor, es tu último dolor...

¿Sabes qué desearía? Desearía traer tus toallas de algodón egipcio dentro de un año y no encontrarte aquí. Desearía ver una nota sobre tu tocador que dijera. “Querida Petrusca, dos puntos, estoy en Hollywood, dónde pronto estrenaré mi película, la cual dirijo e interpreto. He cambiado el final, ya no muero al final de la película y él se queda con la joven actriz revelación.

El nuevo final es: yo cojo un avión y él está en su casa. Llora sentado en la cama de su dormitorio mientras su nueva mujer -a la que no ama- se pone una bata de raso en el baño en suite de la casa dónde viven. Ella se arregla frente al espejo dónde yo me miraba tantas noches y se sabe hermosa retocándose coqueta el pintalabios que ha de desaparecer a besos en unos momentos. Luego se atusa un poco uno de sus bucles rebeldes ajena a lo que a él le pasa mientras tanto. Gary llora silenciosamente, se le escapan las lágrimas de sus ojos egoístas sin que ella -su joven esposa Eva- lo vea ni lo note, sintiéndose bobo, porque va a hacer el amor, una vez más, con la mujer que tiene en el baño en suite de su casa y en lo más profundo de su corazón sabe que la que le habría regalado el mundo y le habría amado para siempre está cogiendo un avión y se marcha del país. Él, de soslayo se permite mirar la cama dónde tantas noches me abrazó y se lamenta, pero no le gusta la sensación ni puede asumirla, así que se prepara para yacer con la joven esposa que él ha escogido y con la que pretende llenar su vida sabiendo en el fondo y en la superficie que no la ama, pero tiene gran devoción en repetírselo a sí mismo. Cree mi pobre Gary, que a fuerza de repetirse que ama a la joven Eva la acabará amando y será feliz con ella. Entonces, apesadumbradamente, una voz en off representando la de Gary dice ¿si yo hubiera sido valiente y no la hubiera dejado marchar...?

Yo sonrío, tomo una botellita de soda en el avión, ajena a la escena conyugal y de alcoba de los amantes, ya no bebo ni fumo con la boquilla que me regaló él. Sonrío y aparecen los títulos de crédito.



Ya me dirás que te parece mi película, se estrenará pronto.



Soy feliz Petrusca, recibo tres docenas de rosas rojas cada semana con una tarjeta de papel crespón en color lavanda. Me he ganado el respeto de la crítica.

Voy a la ópera y al teatro a menudo con ese director ruso del que me hablabas y que decías que yo -y toda mujer con gusto- debía conocer. Ha insistido en cortejarme, no siento la pasión que sentía por Gary, pero me hace feliz y le amo por ello, no pienso volver a la ciudad...”


Voy a aprobar para subirme a ese avión. 
Me tomaré un grande mocha con doble shot de café y pasearé con la ciudad, no por la ciudad, sino con ella; de camino al trabajo, bajo el cielo encapotado pensando sólo en "va a llover otra vez, qué alegría". Trabajaré en los establos de Camden Town, en una pequeña tiendecita de segunda mano porque ya terminó mi contrato poniendo cafés en Oxford St. Me encantará mi trabajo, mi nueva vida por la que tanto luché y me pondré de mal humor en el metro, ajena por fin a la escena de alcoba conyugal de los amantes. Ya no diré eso de “quiero que en tus noches vacías, mientras ella te mira, mi recuerdo en sus ojos no te deje dormir”

Mi frase será la final de Rhet Butler en “lo que el viento se llevó”: “francamente querido, no me importa”.

Seré feliz sin él, seré feliz conmigo aunque sea lo último que haga porque ya morí en esa película y no tuve fuerza para escribir otro final ni cambiarlo. Ahora no sé si la tengo, pero lo estoy escribiendo que no es poco.


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