jueves, 11 de octubre de 2012

De primero salami

-¿Que si quiero salami? ¿Es broma no? ¿Qué clase de primero es este? Muy poco adecuado...
-¿No te gusta el salami?
-Ese no es el tema, me han recomendado el entrecote, dicen que aquí la carne es exquisita. Me encanta la pasta; maltgliatti gratin nero di sepia con salmón ahumado, espinacas y gambas es mi plato preferido, me gustan los tortellinis, raviolis, maltagliatti, lacitos...
-Cuando enumeras así te invitaría a salami.
-No quiero salami, pero me apetece mucho comer carne, pasta como a menudo y ya no soy vegetariana...
-Podemos pedir lo que quieras, pero si más tarde te apetece pedimos salami...

     Sucede que tras la catarsis sientes. Sentir es vida, estar en contacto con las sensaciones físicas es síntoma de vida, pura vida. Toda una experiencia que tampoco nunca había experimentado. Estoy muy familiarizada con sentir con la cabeza y con el corazón, solía ignorar bastante la piel porque me parecía algo banal. Mi soberbia me impedía sentir a través de la piel, “las cosas importantes sólo pasan por la cabeza y el corazón, no por la piel” la anciana que llevo dentro es tan estricta como la señorita Rotenmeyer, me educó así y siempre pensó y vivió de ese modo.
Un día me puse a pensar en por qué no sentir a través de la piel, porque no me atrevo
Se inició una guerra civil entre Rotenmeyer y mi niña interior, Julieta. Julieta decidió que quería vivir y estaba muy aburrida en un rincón. Hacía mucho que no jugaba con nadie, en el hospital Rotenmeyer le pegó un bofetón tras otro y le propinó graves palizas durante mucho tiempo después, eso la tuvo en coma casi un año. Pero el coma no impide soñar con besos, ni con abrazos y caricias. Las niñas quieren jugar, divertirse y experimentar. Pero la estricta anciana, la hacía llorar y sentirse mal “estamos de luto” ¿vas a vivir con la piel cuando otros están muertos?- entonces Rotenmeyer se colocaba mejor el chal de lana y apretaba un poco más las agujas de su repeinado moño. Y entonces Julieta se iba a una esquina de su habitación, cada vez más triste, cada vez más enfurruñada, más aislada del mundo y de los niños de su edad. Cada vez se sentía más indigna de compartir juegos con nadie y regaló todos sus juguetes para obligarse a crecer, “con el tiempo ya no querré jugar a nada”, además “¿quién va a querer divertirse conmigo? Estoy enferma y débil”.
***
Julieta salió un día del campo de refugiados, estaba nublado, la guerra no había acabado, aún se oían bombas y ruido de metralla, eso le daba mucho miedo por las noches pero ella salió a buscar flores de hermosos colores, las niñas y las flores. Llevaba la cara manchada de ceniza, la espesa melena alborotada y roñosa, descalza y con un saco de esparto. El único color en ella era el de sus grandes ojos que ahora eran grises como el cielo encapotado.
Un soldado la vió, era un casco azul se llamaba César quedó prendado de sus ojos o al menos eso le dijo...
César la llevó en brazos al campamento base. Ella no hablaba, solo le abrazaba con fuerza, estaba temblando y muerta de miedo ¿era un soldado bueno o malo? La sentó en una mesa mientras ella balanceaba los pies con cándida gracia, claro, era pequeña y le colgaban las piernas que pendulaban sobre el suelo. Le lavó la cara y el pelo, o le dió besos. Después durmió con ella, al dormir con ella ninguno de los dos tenía pesadillas, se necesitaban, el ruido de metralla daba miedo. Por la mañana, cuando sus ojos grises depertaron vieron a César mirando la foto de una joven. “Es mi amada, la echo de menos, está muy lejos de aquí”-dijo a Julieta.
Ella le cogió la mano como muestra de apoyo y consuelo, ella asió su mano tan rápido como él la soltó. César señaló la mesa con un gran desayuno dispuesto en ella, había magdalenas y un café con leche -eso para un niña famélica es un festín de dioses-. Julieta aún no había articulado palabra, sólo le resbalaron lágrimas por los ojos cuando vió ese banquete para ella. En los campos de refugiados los niños no tienen desayuno y todo eso era para ella, un casco azul de nombre César consideró darle un desayuno. Lo sensato era que Julieta no estuviera agradecida. Todos los niños deberían tener un desayuno. Pero hazle entender eso a un niño de un campo de refugiados. Dile que no esté agradecido, que todos tienen derecho a juguetes y comida. Dile que es normal poder ir aseado y bien vestido com o todos los niños del mundo cuando nunca ha tenido eso. Eso, o háblale de física cuántica, seguro que lo entiende...
César la dejó desayunar tranquilamente en el campamento. Bastantes días y noches después Julieta seguía sin hablar, pero estaba muy contenta porque no estaba sola y tenía magdalenas, croissanes y si se portaba bien bocadillos.
De repente Julieta pensó que ya no tendría que volver sola y triste al campo de refugiados y se quedaría allí al menos hasta que fuera mayor.
César apareció con una mujer aquella noche, Julieta dejó su desayuno tiernamente dispuesto en la mesa, sabía que lo necesitarían. Enderezó el marco de la amada del soldado, estaba un poco torcido por el temblor provocado por las bombas. Se fue cuando ellos llegaban al campamento, nadie la vió marcharse, se fue porque entendió que allí no habría sitio para tanta gente, no se llevó nada, quería ser generosa como él lo había sido y lo fue.
***
Julieta salió un día del rincón de su cuarto, más recuperada y fuerte. Ahora se entrenaba para recibir y esquivar las palizas de Rotenmeyer, estaba más fuerte que antes.
Salió porque tenía ganas de jugar y divertirse, le apetecía porque era un niña y estaba en su derecho de serlo, cada vez entendía mejor esta idea. Llevaba mucho tiempo queriendo vivir, sólo que nunca se había dado cuenta porque se acostumbró a llevar una vida de Rotenmeyer, lo supo cuando le vió. “¿César?”-le preguntó en un susurro y el clima de la noche se volvió tropical y sin playa.
No hace falta hablar cuando la pasión y el deseo lo dicen todo. “¿La piel habla, pero cómo?” Julieta miró de soslayo a Rotenmeyer muy enfadada y horrorizada fruncía el labio y el ceño, sacó un rosario y se puso a rezar con devoción y mala cara, postrada de rodillas mirando un crucifijo. Julieta daba graciosas palmaditas, hacía pompas de jabón de colores ¡por fin juegos y diversión!-exclamaba dando saltitos- no más jugar con bolas de pelusa del suelo. Rotenmeyer estaba rezando y ella podría jugar y divertirse, por fin un poco de merecida justicia.

Se abrazaron, más con los sentidos que con los sentimientos. Toda una nueva experiencia para Julieta, se respiraron el uno al otro, se inspiraron el olfato forma parte de la vida y hay que vivir porque sino estamos muertos. El tacto de ambos buscaba el contacto de la boca del otro sin soltar el abrazo, se besaron como si no hubiera un mañana, porque en ese instante estaban vivos ¿quién sabe en el siguiente? Pocas cosas hay más satisfactorias que comerse a besos dos amantes muertos de hambre. Las manos de ambos buscaban la piel de otro con énfasis. Contra la atracción acción -dijo Julieta.
Estaba prohibido que se desearan, no era ético. Ella había sido una refugiada y él lo sabía, pero cuanto más prohibido está algo más lo deseamos.
Cuando no puedan hablar las palabras que hable la pasión. Aunque sólo sea a veces está bien dejar a nuestra vieja interior rezando y divertirse un poco sobretodo si no lo has hecho nunca porque crees que divertirse no es sensato.

Termino la crítica gastronómica del salami como primer plato diciendo que aunque se repite y puede sentar mal por la noche, deja buen sabor de boca si tienes hambre de besos. Finalizo con una frase que decía mi padre cuando yo le decía “no quiero, que estoy a dieta”.

“Lo mejor de las tentaciones es caer en ellas”- yo añado: también tienes que saber levantarte de ellas, si sabes ¡buen provecho!



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