Desintoxicarse es sólo una decisión y un
acto de valentía. Es un acto de reconciliación con la niña
interior que ya lo ha probado todo para que la escuches, la pobre...
Estaba a un palmo del fondo pero él
estaba allí conmigo y claro, de esa forma yo no tenía que estar
conmigo misma y mis demonios en ningún momento. Sólo era un amante,
pero ¡qué amante!
No es fácil dedicarse a un amante
cuando has perdido a un padre, pero no quiero excusarme, lo intenté
y no pude. Fue una terrible patada en el orgullo, jamás nada había
podido conmigo, lo prometo. Pero entonces no pude.
Ningún amante quiere escuchar “no
puedo dormir contigo, estoy triste por la muerte de mi padre”. Así que no lo dije ¿he dicho ya lo complacientes que somos las prostitutas emocionales?
Quise explicárselo pero no pude, era
más fácil callar, tampoco él mostró ningún interés por
preguntar como estaba yo. Pero era normal que no preguntara siempre
me buscaba hombres así, de los que no se interesaban por mí, si
había un mínimo interés en saber algo yo manejaba la maestría en
el revés devolviendo la atención del diálogo a él. Al fin y al
cabo, eran hombres que querían hablar de sí mismos siempre pues
estaban encantados de haberse conocido y yo sólo era un incentivo
que merecían por la única circunstancia de tenerse en la
consideración de ser tan maravillosos. Siempre que hablábamos de él
no había que hablar de mí, por eso era muy fácil buscármelos
(muy) complicados.
La mayoría tenían alguna/s
adicción/es. Yo era adicta a ellos de la misma forma que ellos lo
eran a esa sustancia. No estoy exagerando, supe que lo mío era una
adicción cuando experimenté todas los síntomas al intentar
recuperarme. Nunca olvidaré esa ansiedad, los temblores, el llanto,
las pesadillas, los sudores, los ataques de pánico...
Para aumentar la dificultad y por mi
propio bien decidí dejar de fumar, de beber, de comer demasiado e ir
al gimnasio en ese mismo momento. Decidí pedir ayuda profesional porque
entendí que tenía un problema que no podía afrontar sola aunque no
sabía cual era. No quería vivir el resto de mi vida con el pánico
a estar sola para siempre mientras ese para siempre tenía un eco que
se perdía en el caos y el abismo. Sólo quería estar bien sola y
que mi felicidad no dependiera de ningún hombre nunca más.
La primera vez que fui a terapia con
este gran propósito le expliqué a mi psicóloga que escribía muy
atenta. “Tengo miedo, es la cuarta vez que me pasa. Además he
perdido a mi padre, todo esto me supera. Está con otra ahora, los
veo juntos cada día cuando entro y salgo de casa, se ve con ella
debajo de mi propia casa. No debí pedirle nada, pero yo necesitaba
sentir que le importaba algo. Sólo le pedí un día a la semana, un
día de esfuerzo por su parte para hacer algo por nosotros pero me
dijo que no podía... Sé que no puede porque él tiene muchos
problemas, él tiene depresión, él bebe demasiado, fuma demasiado
le oigo toser por las noches como oía a mi padre y tengo miedo, él
me necesita, últimamente a vuelto a drogarse cada fin de semana. Lo
había dejado... Tengo miedo de que le pase algo y no estar allí
para impedirlo. Le he sugerido que pida ayuda, me he ofrecido a
pagárselo, tengo la herencia de mi padre, sólo quiero que él esté
bien, he hablado con sus amigos para que se ocupen de él ahora que
yo ya no estoy con él, he pensado en hablar con su familia pero no
me lo perdonaría nunca. Él no puede pagarse una terapia porque
tiene una hipoteca, pero yo se lo pagaría, pero dice que sólo yo
puedo ayudarle y quiero pero no puedo hacerlo otra vez, ya he pasado
por eso... No es muy justo que me pida que le salve cuando yo he
perdido a mi padre ¿verdad? Pero él no se da cuenta, él es muy
bueno... No sé como salir de esto, tengo miedo de mí misma y de lo
que pueda pasarme...”
Y la respuesta fue magistral aunque
pueda parecer muy simple:
“Haz por ti todo lo que estarías
dispuesta a hacer por él para que se recuperase de todo lo que le
pasa”.
Pude con eso, lo conseguí y la ironía
es haber podido y a veces, muy pocas veces, sentir que no puedo otra vez...
Me entristece ver que pocas cosas les dan tanto miedo como una mujer que no tiene miedo. Pero cuando empecé con esto ya contemplé el (posible y probable) riesgo de que no todas estamos destinadas a compartir nuestra vida con alguien. Algunas estamos destinadas a ser libres, salvajes y a aprender a vivir sólo con nosotras que no es poco.
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