lunes, 25 de enero de 2016

21 gramos

A veces hay recuerdos buenos en facebook.
Tengo demasiada memoria para todo; los recuerdos buenos, los no tan buenos y los malos.
Hoy facebook me ha recordado esta imagen que comparto.
Verla me ha motivado para cortar los hilos invisibles que te atan al sofá y la manta un domingo por laa tarde en enero e ir a spinning un día más.



Cuando creces siendo una niña con gafas, pies planos y zapatos ortopédicos y lo peor de todo para el mundo -nótese la ironía- teniendo sobrepeso, -o estando gorda para abreviar;- la infancia es dura y qué decir de la adolescencia. Recuerdo muy bien cómo se comportaba conmigo la gente en el colegio. Familia, presuntos amigos míos...

Nací en el 87, el concepto de “bullying” aun no estaba inventado y si lo estaba no se hablaba de ello. El acoso escolar no era algo que se tratara o gestionara en modo alguno. Fue algo que muchos padecimos y muchos padecen le pongan el nombre que le pongan.

Me acuerdo muy bien de los insultos, de todos. “Cuatro ojos”, “puta empollona”, “monstruo”, “gremlin”, “Peggy”, “gorda”,”vaca”, “Doraemon”, “foca”, “ballena”, “cerda”, “morsa”, “puta gorda”, “puta vaca”, “puta gorda de mierda”.

Recuerdo las humillaciones. Solían mugir al verme los chicos y las chicas de los cursos superiores al mío para burlarse de mí, recuerdo que solían escupirme a menudo en el patio, o por los pasillos. Recuerdo cómo me tiraban bolas de papel de plata mientras me gritaban “puta gorda”.
Recuerdo a algunos de ellos partir un pedazo de sus bocadillos tirarlo al suelo, pisarlo y decirme “come, cerda, come un poco más”. “Aun es capaz de comerse eso del suelo...” Y recuerdo las risas.

Recuerdo que todo ello era orquestado por el chico que me gustó desde el colegio hasta la secundaria. La gente de mi entorno también se metía conmigo, “amigas” que pretendían serlo criticaban cruelmente mi físico, descalificándome. “Tu ropa es súper grande”, “te sobra culo”, “sólo te sobra barriga”. “Así no le vas a gustar a ningún chico”...

Familiares: “eso no te queda bien te saca barriga”, “parece que vas a explotar”, “eres gordita pero simpática”.

La psicóloga del colegio me sacó fuera de clase un día durante la secundaria para hablar, me dijo: “por mucho que adelgaces tienes la cara redondita y nunca parecerás tan delgada como quieres ser, déjalo estar”.

Recuerdo todas y cada una de las veces que tuve que salir por la puerta trasera de la escuela porque querían pegarme las chonis del colegio. No fue algo puntual ni mucho menos, me amargaron la existencia cuánto pudieron y muy seguido. En el patio me empujaban y me insultaban y luego me citaban fuera para pegarme. Mis crímenes de lesa humanidad contra ellas eran ser una puta gorda y que me gustara estudiar, leer para refugiarme y también escribir.

Recuerdo que los viernes por la tarde me quedaba a una actividad extraescolar, lo llamaban G.O.A. Traduciendo las siglas significaba: grupos de oración y amistad. Es ya un óptimo momento para decir que mi colegio de Primaria y Secundaria era concertado y religioso de monjas.

El bueno de mi padre me enseñó a mimar a la gente con comida y ser hospitalaria ofreciendo comida y bebida en casa, también a compartir en la escuela. Un día, antes de que empezara GOA, como decía me compró un pack de cuatro donughts de azúcar, un paquete de donettes y unos filipinos para compartir con mis compañeros y compañeras o con quién yo quisiera.

Al sacarlos de la bolsa dice la publicidad que haces amigos, yo no. A mí me vineron a ver tres figuras más grandes que yo que empezaron a soltar la retahíla de risas e insultos hacia mí. “¿Los otros cuatro ya te los has comido antes de darle a nadie eh puta gorda?”, “mirad, un elefante comiendo”. Se acercó otra chica mayor tratando de contener la risa y se fueron con ella. Yo juro por mi vida que sólo quería compartir merienda con mis compañeros y sin meterme con nadie.
Iba viniendo gente a increparme: “¿es verdad que te has traído para merendar tu sola un paquete de cuatro donughts? Tía come menos porque ya estás gorda y te vas a poner súper gorda”.

Crecí siendo pues “la gorda”. Recuerdo cuando me dejó mi primer novio del insituto y gente que iba de amiga decía a mis espaldas “es que así como se ha puesto no le va a recuperar”. Recuerdo como TODOS y cada uno de los hombres a los que he amado me han sustituído por chicas de 45 kilos o puesto los cuernos con ellas porque según su criterio estaban más buenas que yo y me lo han dicho sin tapujos. Recuerdo todas y cada una de las veces que me han dicho, “me gustas pero tu amiga está más buena que tú”. Las veces que no he sido la elegida por el chico que me gustaba y que me ha dicho que se avergonzaba de mí por mi aspecto físico al tener sobrepeso.

Recuerdo haber amado hasta la locura al único flechazo que he tenido en la vida y que de su boca saliera: “ella no es mi tipo, te podría decir hasta que es fea, pero me he enrollado con ella para darte una lección”. La joven con la que vi la lección en mi cara pesaba a lo sumo cuarenta kilos. La lección fue inolvidable.

Recuerdo hablar de lo mucho que me gusta la princesa Mérida (Brave) por romper con los cánones de belleza Disney y mencionar el hecho de que está rellenita y que se me espetara “vamos, que te sientes identificada con ella ¿no?”

Yo he podido perder peso, pero lo feo y el daño que me hicieron no tiene arreglo, es una deuda kármica que decidieron contraer consciente o inconscientemente. A todas luces he ganado porque no he caído en las enfermedades a las que me estaban empujando.

Recuerdo que cuando empecé a cuidarme y por consiguiente quererme nadie creyó en mí. Por ello mi satisfacción es mayor.

Mi meta es la superación constante pero amén de eso, ya lo he logrado. Pude perfectamente padecer un trastorno alimentario y enfermarme y sucumbir a toda esta calaña de gente que contribuyó a ello. Pero no han podido conmigo. Cada vez que hago deporte y me cuido les estoy ganando.

Espero y deseo de corazón que a todos los que me hicieron pasar por eso no lo sufran con sus hijos cuando estos vayan a la escuela, algunas hace años que son madres de familia.

Espero y deseo que la vida os haya dado todo el amor que os faltó de pequeños para hacer daño gratuitamente a alguien por la única condición de su aspecto físico.

Sé que algunas de esas personas me leéis y además os gusta lo que escribo, es mi karma. Sé que la mayoría no lo recordaréis como yo lo hago pero el karma se acuerda de todo lo que me hicisteis y lo siento mucho por vosotros pero espero que sea justo.

Soy la misma que antes. Soy una persona, soy los 74 kilos que fui, soy cariñosa, estoy como una cabra, soy romántica, me río igual, quiero igual, lloro igual, soy una alumna, una hija, una hermana, siento igual, una amiga, una novia, una amante, soy 21 gramos que sienten y piensan y eso es lo que me importa.






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