Me cambió por otra. Es algo muy común pero yo no lo sabía
entonces. Dijo: “yo nunca te he querido, todo era una broma, son
bromas que le gasto a todo el mundo” y así terminó él con una
relación de 7 años como si yo fuera algo desagradable que quitarse
de la suela del zapato evitando tocarlo.
Así, el día que cumplí 22, me llamó
para felicitarme y comunicarme que había pernoctado con mi sustituta
de una forma que yo no voy a reproducir, amén de otros escabrosos
detalles del encuentro sexual que por respeto a que ella es mujer y
yo también, omitiré.
Siempre he sido partidaria de la
extrema generosidad en los “divorcios/rupturas” y creédme si
digo que no me han dado motivos para serlo. Por tanto él se lo quedó
todo; su familia, el beneplácito de la mía que desconocían la
verdad, todos nuestros amigos que nunca más se dirigieron a mí, la
biblioteca, el bar... Todo. El tiempo me ha enseñado que la vida
sólo estaba apartando aquello que me sobraba, pero dolió mucho
igualmente.
En ese momento eso era lo peor que
me había pasado en la vida y que me estaba pasado. No sabía
entonces lo afortunada que era. Me dediqué a autodestruirme y como
acuario perfeccionista que soy lo hice bastante bien. Estuve
emborrachándome durante tres meses seguidos sin parar, sola o
acompañada. Viví mi propio “living las vegas” en una fiesta
constante, sin parar de salir, sin control, sin responsabilidad,
fallándome a mí misma... Al tercer mes el padre de mi mejor amiga
me dijo: “te considero lo suficientemente inteligente para poder
escoger si quieres ser una alcohólica y suicidarte lentamente o
vivir y te aconsejo no tardar mucho en decidirte no siendo que cuando
quieras dejarlo tú ya no puedas decidir sobre ello”. Entendí que
aunque me bebiera todo el desamor en cubalitros y el dolor en
chupitos de tequila él no iba a volver pero me quedé esperándole
en el muelle de San Blas igualmente.
Por supuesto mi despecho tomó cartas
en el asunto en esos meses en que me di a la bebida y a la comida,
él estaba ya con otra y yo no iba a ser menos, así que me aferré
muy fuerte al primero que pasó por delante de mí, me obligué a
quererle y lo conseguí. Él era un excelente compañero de
irresponsabilidad, excesos y fiesta. Él era la mejor venda que podía
ceñirme a los ojos para no verme ni ver lo que me estaba haciendo a
mí misma.
Un año y medio después, ese amante
por sustitución que me busqué y al que me aferré como si me fuese
la vida en ello, terminó con lo nuestro besando la boca de otra en
mi cara, en la misma discoteca y ante la presencia de todos nuestros
amigos. Nunca más he vuelto a saber de él. Es un curioso caso, sin
duda materia para Cuarto Milenio. El curioso caso del tipo que se fue
a por bebidas para los dos, se enrolló con otra en mi cara y nunca
volvió.
Por supuesto pensé que la vida ya no
podía tratarme peor. Cada uno valora el sufrimiento conforme a lo
alto de su propio umbral y el mío aun no era lo bastante alto. Pensé:
“primero me abandonan cual perro en la autopista diciéndome que
todo era una broma y después, al siguiente individuo, lo abduce una
choni sin sujetador, con botas blancas y falda vaquera”. Como no me
quería en absoluto pensaba erróneamente “tan poco valgo que me
han dado el cambiazo por lajuani y no he podido conseguir que él me
quisiera”. No me decanto por si es más de Almodovar o de cine
independiente el daño que pude llegar a hacerme y el que me dejé hacer.
De verdad pensaba que definitivamente nada peor podía pasarme ya.
Pero la abducción de
este tipo tuvo lugar
en junio de 2010 y si algo he aprendido es a no decir muy alto eso de
“ya no me puede pasar nada más” porque entonces la Vida misma te
enseña que no es así y que te puede pasar algo peor o simplemente,
malo de verdad.
En diciembre de 2010 mi padre falleció
por un cáncer mortal de pulmón, en cuestión de un mes. La vida me
puso en mi sitio definitivamente, a los 23 años me dio motivos para
llorar y autodestruirme de verdad pero irónicamente fue cuando
empecé a reconstruirme.
Absolutamente destrozada por la muerte
de mi padre cometí un último error sentimental pero más breve
afortunadamente. Se me da maravillosamente escoger hombres mal, ellos
no tienen la culpa, yo les escogía mal y por eso nunca puede ir algo
bien con la persona equivocada. Gracias a haberme destruido antes no
lo hice al perder a mi padre pero caí en la mayor de las tristezas.
A los dos meses de morir él tuve un
pequeño accidente de coche, no fue nada grave, recibí el típico
golpe por detrás en ciudad en un día de lluvia. Pedí un taxi para
mi madre y le dije que se fuera tranquila... Mi truco es fingir calma
cuando me estoy muriendo por dentro, lo hago tan bien que a veces me
confundo a mí misma -cada vez menos- y no sé como estoy hasta que me voy a dormir y mi cabeza tiene otros planes. Cuando ella se fue en su
taxi me encerré en el coche en aquella rotonda, llovía, puse el
cierre centralizado, quería que me dejaran tranquila, sólo escuchaba que el corazón me latía muy
deprisa y el sonido de la lluvia caer sobre mi coche, no podía
moverme pero quería hacerlo. Empecé a temblar, no sé cuanto tiempo pasó, conseguí coger el
móvil, pulsé la “p” en contactos. Buscaba “padre”, apareció
el número y llamé al móvil a mi padre y entendí perfectamente que
estaba muerto en ese instante. Me quedé rígida e inmóvil, un
policía me golpeaba la ventanilla, estaba colapsando el tráfico.
Empecé a llorar, ni siquiera sentía el esguince cervical que me
había pasado.
No sentía que tuviera a nadie en quien
apoyarme sólo personas que me exigían cosas estúpidas como acabar
mi insignificante carrera.
Salvo por mi padre, siento que he
ganado mucho más de lo perdido porque un año después, cuando la
última persona que escogí mal terminó con lo que quedaba de mí
hice por mí todo lo que habría hecho por salvarlo a él, fue muy
difícil hacer algo tan sencillo.
Dejé de fumar paquete y medio de
tabaco diario, de salir, de beber, empecé a cuidar mi alimentación,
pedí ayuda, invertí mi dinero en ponerme bien, fui a psicoterapia
cada semana, lo pasé muy mal allí, lo puse todo de mi parte, vi
marcharse a mucha gente de mi lado...
Me hice a mí misma y simplemente soy
otra persona.
Entendí que debía ser la mejor
versión de mí misma que pudiera ser y ya tengo la 27.0.
Aun me exijo mejoras, pero como mi
hermana siempre me dice “allá donde vayas, no olvides quien eres
ni de donde vienes”.
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