Normal, ordinaria, común y corriente y pronto seré feliz.
Cuando empecé en la Facultad tenía 18
años...
Desde tercero de Primaria había
querido estudiar Derecho, es más, siempre tuve claro todo lo que
quería hacer en cuanto a mis estudios. Desde niña supe qué
bachiller y carrera escoger. Siempre fui una niña adultizada.
En primaria, siendo yo muy pequeña, un
día vino a clase la psicóloga del colegio a realizarnos lo que en
mi absoluta ignorancia llamaré un “test de inteligencia o de
cociente intelectual”. Al poco tiempo, mis padres me prepararon mi
comida preferida -(macarrones con queso)- se avecinaba una emboscada
en mi contra tal vez alguna vacuna pensé -yo odiaba las inyecciones-
pero bueno, había ricos macarrones y mi padre me regaló unas
postales del Rey León, pero no el de Disney, sino una imitación.
Igualmente me encantaron las postales, sus colores captaron mi
atención y pensaba escribir un cuento detrás de cada postal
basándome en el dibujo... Me explicaron que me iban a llevar a una
psicóloga, para repetir la prueba que me habían hecho en el
colegio. Pensé si habría suspendido, pero no era un control y
bueno, yo había contestado a todo y “mi señorita” no me mandó
que lo repitiera...
Yo no quería ir a una psicóloga, en
mi colegio iban los niños con dislexia o que necesitaban refuerzo. Yo
no quería ser ni lo uno ni lo otro y quería escribir mis cuentos...
Me llevaron a casa de esa señora,
compañera de trabajo de mis padres, recuerdo las escaleras, el calor
que hacía y que me quitó las postales de las manos poniéndolas en
un lugar de la mesa donde yo no podía seguir barajándolas ni
mirando los dibujos...
Se me hizo muy largo, me preguntó
muchas cosas, me enseñó muchos dibujos... Era muy pesada, quería
irme a casa.
Después de eso estuvo hablando mucho
rato con mis padres, yo sólo quería ir a ver “la aldea del arce” y "Alfred J. Kwak".
Mi padre salió impertérrito, mi madre muy feliz y sonriente.
Mis padres al poco tiempo me explicaron
por qué me habían llevado ya que yo sólo estaba preocupada por si
tenía dislexia o alguna “enfermedad en el cerebro” como llamaba
yo de niña a la dislexia.
Querían adelantarme un curso. Puede sonar a chiste pero no. Todos.
Era un complot. Monté en cólera, monté un drama. Lloré y lloré y
grité, no quería que me adelantaran un curso para no ir con mis
amigos y amigas y quedarme sola con gente más mayor. Dije que
dejaría de ir al colegio y que esa psicóloga era mala y estaba
loca...
Después prometí ser muy buena si no
me separaban de mis amigos y amigas, prometí no quejarme cuando me
dieran alcachofas para comer...
Afortunadamente no me adelantaron
ningún curso gracias a mi padre, pero me “castigaron” a hacer
toda clase de actividades extra-escolares y poniéndome dos etiquetas
imborrables. Inteligente y buena en idiomas. Desde ya me
desetiqueto y paso, antes me aportaba algo llevar esos galones, los
quemo, los regalo... Adiós. “Será muy buena en todo lo relativo
al lenguaje y la comunicación”- buenísima, pregunta en la
Facultad a ver qué te dicen sobre mis exámenes jajaja.
Desde aquel momento de mi vida ya todo
el mundo creía y creyeron para siempre que yo era muy inteligente y
que yo hablaría muchos idiomas, se me dijeron cuáles debían ser y
que tendría dos carreras y sacaría las mejores notas. Se me
consultaron los idiomas y se me permitió escoger carrera. Sí bueno,
metafóricamente era un precio caro, pero pudiendo elegir carrera e
idiomas, podía pagarlo a plazos.
Ante semejante expectativa me rendí y
siempre luché por satisfacer a todo el mundo. Suspender era igual a
fracasar, así me lo enseñaron entre todos, para mí no estaba
permitido suspender que además era fracasar, si suspendía es que
era vaga. Tampoco se me permitía bajar del notable sin ponerme mala
cara por parte del profesorado, (y en casa mejor no hablar de qué
pasaba) lo recuerdo perfectamente y siento una infinita compasión
por mí misma y por la ansiedad y presión que sentía. Desde niña
me mordía las uñas y muchas noches no podía dormir sobretodo si
tenía examen... Recuerdo ser muy pequeña y levantarme a las 5 de
la mañana a estudiar Conocimiento del Medio. Tenía pesadillas, en
las que sacaba un Progresa Adecuadamente o un Necesita Mejorar. Era
de esa clase de niñas que rara vez sacaban un seis y si lo sacaban
lloraban en el baño del colegio a escondidas, con la ansiedad de
pensar como se lo iban a tomar mis padres... La cara de la profesora
no era de muy buenos amigos cuando yo obtenía un P.A y eso era un
interesante avance de la ulterior reacción que yo habría de
soportar en casa... Pero bueno eso pasó dos veces en toda mi
infancia...
Siendo más mayor e instaurada por
completo la creencia de que yo era “muy inteligente” y “muy
buena en idiomas”. En tercero de la ESO nos obligaban a escoger
para el siguiente curso; -(fingiendo que de esta manera nos
orientaban hacia el Bachiller)- dos asignaturas obligatorias, una
opción de matemáticas a escoger entre avanzadas o iniciales
(fáciles). Yo tenía claro que quería hacer humanidades, soñaba
con cursar latín y griego y traducir toda clase de textos y con
todas las palabras nuevas que iba a aprender. Las matemáticas se me
daban fatal y además no me gustaban, motivo por el cual obviamente
iba a escoger la opción fácil de las mismas.
En mi solicitud pedía como
obligatorias, -acorde con lo que yo deseaba cursar en bachiller-;
música y plástica y matemáticas fáciles.
A punto de ser entregados los papeles a
la dirección por una profesora, tutora de 3ºde E.S.O A (yo iba al
B) ésta me llamó aparte, muy enfadada.
-¿Por qué has escogido estas
asignaturas?
-Porque puedo elegir -le dije
poniéndome chula, porque siempre he sido un poco chula- y porque
quiero hacer el Bachiller Humanístico y las matemáticas y ciencias
se me dan mal. -(Ella era la profesora de matemáticas).
-Tú tienes que coger Química y
Tecnología o Química y Biología ¿Qué haces tú en música y
plástica? ¡Eso es para la gente que no puede o que no quiere
estudiar o que no vale como... (Citó nombres de compañeros y
compañeras que obviamente no voy a dar).
Yo la interrumpí adrede, me estaba
molestando lo que me decía, como justiciera odiaba cuando se
denigraba a un/a compañero/a de clase. Le respondí disfrazando
chulería de educación y falsa cortesía para darle más rabia,
quería que se arrepintiera de sus palabras, era algo que ya se me
daba bien y que quería explotar en la carrera... Pero no.
-¿Para gente que no puede estudiar?
Pero profesora yo creía que usted y el tutor nos habían dicho que
todos éramos iguales, que esto era sólo para orientarnos en función
de nuestra preferencia en cuanto al bachiller, ustedes nos han dicho
muchas veces que nada tiene que ver la inteligencia o capacidad de
uno con la opción de matemáticas que escoja y ahora va usted y me
dice lo contrario...
-¡Tú no vas a hacer música y
plástica para estar sin hacer nada en todo el curso y viviendo de
rentas! ¡¿ME OYES?! Hablaré con la Junta de evaluación
personalmente y con la directora para que no te dejen cometer este
despropósito, tú no pintas nada en esas asignaturas. ¿Sabes que
los de matemáticas fáciles también hacen Lengua y Literatura
castellana más fácil? ¿Con qué nivel vas a llegar al instituto?
Pienso discutir esto con tu tutor y con el jefe de estudios, ya te
puedes ir, siéntate.
-Mi tutor lo sabe y me apoya, buenos
días.
Finalmente, mi tutor y profesor de
Lengua y Literatura Castellana me persuadió de que me convenía
realizar un mayor nivel de castellano para mi preparación. Me habló
de latín y de Derecho Romano y me convenció.
Definitivamente no hice lo que quise,
hice lo que todos esperaban, me situaron en biología y plástica en
una especie de “ni pa' ti ni pa' mí” y en matemáticas avanzadas
porque yo era muy inteligente y porque yo iba a hacer
muchas cosas y muy grandes y por muchas tonterías más que me
repetían los profesores en el colegio.
Mi paso por el instituto me da para un
libro, así que me lo salto.
Ya había para mí una importante
discordancia entre lo inteligente que me veían los demás y lo que
me presionaban para que lo fuera y lo que yo era en realidad, pero
nadie lo veía.
La vida me ha enseñado durante mucho
tiempo que soy mediocre y normal. Sólo me gusta hablar bien y eso no
me hace inteligente, pero sí hace que alguien crea que lo soy. Iba a
decir que siento si causo decepción, pero no puedo corresponder a
todo el mundo, así que aunque decepcione mi mediocridad podré vivir
con ello y con ella y creo que más feliz que nunca. Ojalá todo el
mundo lo hubiera visto en su momento, o al menos y lo más
importante, ojalá yo lo hubiera visto antes. Me habría ahorrado
muchos sinsabores, mucha ansiedad y frustración.
Mañana más.