Puedes pasarte la vida odiando y llena
de rencor y resentimiento. Al fin y al cabo te dio un beso de amor
falso y tú le habías enseñado a volar y un mundo nuevo. Él
parecía feliz junto a tus alas y rarezas. Siempre hubo un punto
entre su mundo y el tuyo para los dos pero era todo mentira.
Te emborrachó sabiendo lo que hacía y
te cortó las alas porque de tan cobarde no se atrevió a matarte. Te
dejó unas heridas horribles de mutilación en la espalda, el
conocimiento de que nunca más serías la misma y su ausencia de
recuerdo. No le importaron en absoluto tus llantos ni tus gritos,
tenía tus alas y su castillo y tú ya no le servías. Te dejó por
otra más joven y guapa, la desposó y tuvo un bebé con ella. Y tú
te llenaste de ira. El único aliciente en tu vida era vengarte,
devolverle el daño.
Te aferras a la creencia de que el amor
no existe porque sabes lo que te ha hecho, tú mejor que nadie lo
sabes, lo llevas a tu espalda como dos grandes y repulsivas heridas.
Y entonces le lanzas una maldición a
una niña recién nacida. La pobre no tiene culpa de nada, sólo sabe
sonreír y espera que la amen y la cojan en brazos.
Entonces empiezas a entender aquel
cuadro de Botticcelli, en que Marte (Ares) reposaba, derrotado,
exhausto, apaciguado en la misma cama que Venus (Afrodita) porque el
amor es la paz de la guerra y así ha sido siempre.
Pero el amor verdadero no existe y
menos los besos de tal clase, -te repites con desdén a ti y tu
cuervo de confianza.
Pero la niña sabe hacerse amar, es
todo candidez y risueña presencia. Incluso cubierta de barro y
ponzoña de trols es feliz y te dice que te quiere aun cuando tú la
maldijiste a morir. Pero no puedes retirar la maldición, en el
pecado llevas la penitencia. El mal que has deseado te estalla en la
cara, tal y como siempre pasa.
Y entonces tu niña interior se pincha
con un huso y cae en un sueño profundo semejante a la muerte y tú
mueres un poco por dentro porque sabes que es culpa tuya y ves en sus
mofletes sonrosados y su cabello ensortijado toda la belleza y bondad
de un corazón que no conoce el mal ni el odio, pero es tarde y es
culpa tuya.
Y buscas un príncipe desesperadamente,
el que sea que esté dispuesto a besarla aun sin conocerla demasiado.
Un príncipe cualquier que le dé un beso de amor verdadero mientras
piensas con tristeza que sabes que no existe y que las horribles
cicatrices de tu espalda te lo recuerdan cada día...
Y el príncipe la besa y no pasa nada.
Y lloras y le pides perdón, le explicas a tu niña interior que no
supiste amarla porque te negaste eso hace mucho tiempo. Le explicas
que no sufrirá ningún mal mientras vivas aunque ella vaya a vivir
una vida muerta y dormida por tu culpa y le besas la frente en un
burdo intento de borrar el dolor que le has causado.
Y tu niña interior despertó porque el
amor es la paz de la guerra como Venus de Marte porque sólo has de
entender que los príncipes [zhfjksdhasujhasjncf] pero no hay amor
más verdadero que el que debes tener a tu niña interior y por ende
a ti misma. Y no, no cualquier príncipe de pacotilla merece besarla
y despertarla a la vida. Y por eso lloré con catarsis como hacía
mucho tiempo que no me pasaba porque no me lo permitía.
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