A veces hay recuerdos buenos en
facebook.
Tengo demasiada memoria para todo; los
recuerdos buenos, los no tan buenos y los malos.
Hoy facebook me ha
recordado esta imagen que comparto.
Verla me ha motivado para cortar los
hilos invisibles que te atan al sofá y la manta un domingo por laa tarde en enero e ir a
spinning un día más.
Cuando creces siendo una niña con
gafas, pies planos y zapatos ortopédicos y lo peor de todo para el
mundo -nótese la ironía- teniendo sobrepeso, -o estando gorda para
abreviar;- la infancia es dura y qué decir de la adolescencia.
Recuerdo muy bien cómo se comportaba conmigo la gente en el colegio.
Familia, presuntos amigos míos...
Nací en el 87, el concepto de
“bullying” aun no estaba inventado y si lo estaba no se hablaba
de ello. El acoso escolar no era algo que se tratara o gestionara en
modo alguno. Fue algo que muchos padecimos y muchos padecen le pongan
el nombre que le pongan.
Me acuerdo muy bien de los insultos, de
todos. “Cuatro ojos”, “puta empollona”, “monstruo”,
“gremlin”, “Peggy”, “gorda”,”vaca”, “Doraemon”,
“foca”, “ballena”, “cerda”, “morsa”, “puta gorda”,
“puta vaca”, “puta gorda de mierda”.
Recuerdo las humillaciones. Solían
mugir al verme los chicos y las chicas de los cursos superiores al
mío para burlarse de mí, recuerdo que solían escupirme a menudo en
el patio, o por los pasillos. Recuerdo cómo me tiraban bolas de
papel de plata mientras me gritaban “puta gorda”.
Recuerdo a algunos de ellos partir un
pedazo de sus bocadillos tirarlo al suelo, pisarlo y decirme “come,
cerda, come un poco más”. “Aun es capaz de comerse eso del
suelo...” Y recuerdo las risas.
Recuerdo que todo ello era orquestado
por el chico que me gustó desde el colegio hasta la secundaria. La
gente de mi entorno también se metía conmigo, “amigas” que
pretendían serlo criticaban cruelmente mi físico, descalificándome.
“Tu ropa es súper grande”, “te sobra culo”, “sólo te
sobra barriga”. “Así no le vas a gustar a ningún chico”...
Familiares: “eso no te queda bien te
saca barriga”, “parece que vas a explotar”, “eres gordita
pero simpática”.
La psicóloga del colegio me sacó
fuera de clase un día durante la secundaria para hablar, me dijo:
“por mucho que adelgaces tienes la cara redondita y nunca parecerás
tan delgada como quieres ser, déjalo estar”.
Recuerdo todas y cada una de las veces
que tuve que salir por la puerta trasera de la escuela porque querían
pegarme las chonis del colegio. No fue algo puntual ni mucho
menos, me amargaron la existencia cuánto pudieron y muy seguido. En
el patio me empujaban y me insultaban y luego me citaban fuera para
pegarme. Mis crímenes de lesa humanidad contra ellas eran ser una
puta gorda y que me gustara estudiar, leer para refugiarme y
también escribir.
Recuerdo que los viernes por la tarde
me quedaba a una actividad extraescolar, lo llamaban G.O.A.
Traduciendo las siglas significaba: grupos de oración y amistad. Es
ya un óptimo momento para decir que mi colegio de Primaria y
Secundaria era concertado y religioso de monjas.
El bueno de mi padre me enseñó a
mimar a la gente con comida y ser hospitalaria ofreciendo comida y
bebida en casa, también a compartir en la escuela. Un día, antes de
que empezara GOA, como decía me compró un pack de cuatro donughts
de azúcar, un paquete de donettes y unos filipinos
para compartir con mis compañeros y compañeras o con quién yo
quisiera.
Al sacarlos de la bolsa dice la
publicidad que haces amigos, yo no. A mí me vineron a ver tres
figuras más grandes que yo que empezaron a soltar la retahíla de
risas e insultos hacia mí. “¿Los otros cuatro ya te los has
comido antes de darle a nadie eh puta gorda?”, “mirad, un
elefante comiendo”. Se acercó otra chica mayor tratando de
contener la risa y se fueron con ella. Yo juro por mi vida que sólo
quería compartir merienda con mis compañeros y sin meterme con
nadie.
Iba viniendo gente a increparme: “¿es
verdad que te has traído para merendar tu sola un paquete de cuatro
donughts? Tía come menos porque ya estás gorda y te vas a poner
súper gorda”.
Crecí siendo pues “la gorda”.
Recuerdo cuando me dejó mi primer novio del insituto y gente que iba
de amiga decía a mis espaldas “es que así como se ha puesto no le
va a recuperar”. Recuerdo como TODOS y cada uno de los hombres a
los que he amado me han sustituído por chicas de 45 kilos o puesto
los cuernos con ellas porque según su criterio estaban más buenas
que yo y me lo han dicho sin tapujos. Recuerdo todas y cada una de
las veces que me han dicho, “me gustas pero tu amiga está más
buena que tú”. Las veces que no he sido la elegida por el chico
que me gustaba y que me ha dicho que se avergonzaba de mí por mi
aspecto físico al tener sobrepeso.
Recuerdo haber amado hasta la locura al
único flechazo que he tenido en la vida y que de su boca saliera:
“ella no es mi tipo, te podría decir hasta que es fea, pero me he
enrollado con ella para darte una lección”. La joven con la que vi
la lección en mi cara pesaba a lo sumo cuarenta kilos. La lección
fue inolvidable.
Recuerdo hablar de lo mucho que me
gusta la princesa Mérida (Brave) por romper con los cánones de
belleza Disney y mencionar el hecho de que está rellenita y que se
me espetara “vamos, que te sientes identificada con ella ¿no?”
Yo he podido perder peso, pero lo feo y
el daño que me hicieron no tiene arreglo, es una deuda kármica que
decidieron contraer consciente o inconscientemente. A todas luces he
ganado porque no he caído en las enfermedades a las que me estaban
empujando.
Recuerdo que cuando empecé a cuidarme
y por consiguiente quererme nadie creyó en mí. Por ello mi
satisfacción es mayor.
Mi meta es la superación constante
pero amén de eso, ya lo he logrado. Pude perfectamente padecer un
trastorno alimentario y enfermarme y sucumbir a toda esta calaña de
gente que contribuyó a ello. Pero no han podido conmigo. Cada vez
que hago deporte y me cuido les estoy ganando.
Espero y deseo de corazón que a todos
los que me hicieron pasar por eso no lo sufran con sus hijos cuando
estos vayan a la escuela, algunas hace años que son madres de
familia.
Espero y deseo que la vida os haya dado
todo el amor que os faltó de pequeños para hacer daño
gratuitamente a alguien por la única condición de su aspecto
físico.
Sé que algunas de esas personas me
leéis y además os gusta lo que escribo, es mi karma. Sé que la
mayoría no lo recordaréis como yo lo hago pero el karma se acuerda
de todo lo que me hicisteis y lo siento mucho por vosotros pero
espero que sea justo.
Soy la misma que antes. Soy una
persona, soy los 74 kilos que fui, soy cariñosa, estoy como una
cabra, soy romántica, me río igual, quiero igual, lloro igual, soy
una alumna, una hija, una hermana, siento igual, una amiga, una novia, una amante,
soy 21 gramos que sienten y piensan y eso es lo que me importa.