He visto a Narciso bañarse desnudo en
el Mediterráneo, sólo lo hizo porque había una ninfa dentro
haciéndose la muerta como reclamo. Ella me odia, me lo ha dicho,
sabe que hay algo que no ve y por eso se suicidará besándote. Te
odio porque me importas muchísimo cuando haces eso de dejar que se
te suiciden las ninfas contra tu boca. Murió, era tan mona esa
criatura de cabello ensortijado...
Tengo un teléfono para no mirarte
desnudo ni semi, pero me hablas en 3D y te sientas a mi lado. Se me
empañan los ojos de la rabia. Parece que no puedo ignorarte muy
fuerte esta noche porque choca con tu llamada de atención.
Sólo alcé la vista un segundo por
encima de mi teléfono y lo aprovechaste bien. Claro, sabes bien cómo
se hace. Llevabas puesto el cuerpo del delito que me esfuerzo por no
cometer ni comerte la boca como en tu vida. No sé qué has -o te
han- hecho pero tienes una herida muy fea en el centro del pecho.
Sabes que soy una Targaryen si quiero y vienes a que te cauterice el
corazón. Te echas a llorar porque sabes que eso es el porno que me
gusta, no a ellas , a mí. Narciso no es hijo de Atenea pero a veces
le adopta-pienso-. “Romeo decide morir” dijiste con toda tu boca,
a conciencia, de cerca. Fue una suerte de hipnosis.
He perdido todos los manuales de
psicología. Juro que guardaré silencio, esto no me está pasando, no
me está pasando, no me está pasando. Hice todo lo que me pedías
desde entonces. Dejar el móvil lo primero, de las taquicardias no
hablaremos.
Eras tú el que lloraba pero yo moría
de pena y te creí y me lloraba el corazón por dentro al verte, no
espero que sepas qué es ese sentimiento. En alguna parte ardieron
miles de libros sobre dependencia emocional y todas mis defensas
mentales. Apenas pude salvar unos pergaminos, como en la biblioteca
de Alejandría. ¿Qué sabe Narciso del fuego? No lo sé pero lo
calcinaste casi todo. Fuiste letal. No sonaron las 3 alarmas que
había puesto por si me dormía otra vez alguien como tú.
Señalaste al cielo y me dijiste que
mirara, sonriendo mientras llorabas, pero fingías que no llorabas
más y yo flotaba, cuando uno muere de amor flota, me ha pasado 158
veces contigo en cada sesenta segundos que me miras. La ninfa muerta
nos mira pero me importa poco.
“Mira”-dijiste- y creaste un cielo
estrellado, así, de la nada. Vi constelaciones que no conocía y te
quedaban muy bien compitiendo con la belleza de tus ojos, pero no hay
rival para ellos en ninguna galaxia.
Dijiste “osa menor” y mi niña
interior reapareció de su eterno escondite. Se fue corriendo hacia
ti, salió de mí y mi boca dibujó una O perfecta en consonancia con
mis ojos. Se sentó en el suelo contigo y te abrazó la pierna, no
pude frenarla ni verla salir corriendo hacia ti, recostó su cabecita
en tu rodilla y yo abrí mucho el corazón. Nunca me había pasado,
nunca se fiaba de ningún niño -¿quién puñetas es Narciso y cómo
lo ha conseguido?-. Me empezó a nacer un miedo muy grande y le
pusiste una mano en la coronilla y os quedásteis muy quietos.
Estábais muy hermosos mirando al cielo, fue poco tiempo y tú no te
acuerdas porque no es importante para ti.
No es importante para ti, no es
importante para mí, no es importante para nadie. No es importante,
no es importante. Nadie debe saber qué me está pasando, no me está
pasando nada, no está pasando nada.
Me pareció que si fueras infinito
serías espacio y que lo entendías. Te amé muy fuerte de ese modo
instantáneo, brutal, sin defensas. Fuiste una estrella fugaz en esas
constelaciones que me enseñaste. Pero lo peor no es que me las
enseñaras, es que mi padre forme parte de y me hubiera hablado de
ellas antes que tú de niña. Tocada en c7 y hundido mi portaaviones.
Y no sé si a mi niña interior o a mí, pero me disparaste en la
sien sin pensar y me nacieron mariposas y se quedaron a vivir en mi
estómago y estoy segura de que lo sabes.
¿Quién es la ninfa muerta?
No fue el frío eras tú que me hiciste
nacer erizos en todo mi cuerpo y me cerraste los ojos inevitablemente
y nos abrazamos. No sé si el orden es importante.
No hay erizos, no hay erizos, no hay
erizos. No ha pasado nada, se me han cerrado instintivamente por si
me golpeaba con su hombro. No hay erizos, no hay nada. No ha pasado
nada, no he sentido nada, no he sentido nada.
He tenido una sonrisa con un “gracias”.
Tienes corazón y te lo he visto. No he visto nada, no he visto nada,
no he visto nada. No me gusta, no me gusta. No se me ha clavado en
ningún sitio, no se me ha clavado nada. Sólo estoy confundida por
tenerlo todo tan claro.
Pero nos abrazamos y me habría quedado
a vivir en ese abrazo nuestro unas cuantas vidas porque creo en almas
que se abrazan y que nada es casualidad. Amé algo de ti y lo acepto,
amé al hombre perfecto que se adueñó de ti a mi lado en ese
momento, ese hombre que ya no existe. Tú mismo ya no existes ni yo
tampoco. Y deseé que fueras feliz para siempre como fuera y por
favor tienes que serlo. Antes de que tu cama fuera el Museo del Prado
ya no era un reto para mí, yo quería tu corazón no una noche en el
Museo y lo tuviste en ese instante pero se fue, fugazmente, tal y
como llegó. No sabré si estuvo alguna vez lo que ya no existe. Si
el tiempo no existe ese día empezó y acabó todo y en ese instante
fue para siempre.